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Ensayo general entre tramoyas

14.500 personas visitaron ayer la Expo 92 para poner a prueba sus servicios

"Uno a uno... ¡Señora, por favor, no se quede en medio!". Una vigilante del acceso a la Expo 92 revoloteaba ayer alrededor de los torniquetes de entrada mientras daba órdenes ejecutivas a los primeros visitantes que penetraron en el recinto. La Sociedad Estatal invitó ayer a 40.000 personas -sólo asistieron 14.500- poseedoras del pase de temporada para realizar un ensayo general de los servicios habituales de la muestra. Los agraciados fueron seleccionados entre los 140.000 titulares que hasta ahora cuentan con el abono mediante un riguroso sorteo ante notario.Sin embargo, la puesta en escena no fue completa, pues a los conejillos de Indias se les había remitido previamente una tarjeta especial para este día y no se puso a prueba la fluidez del acceso a través del sistema de huella digital. Así que, en menos de 10 minutos, la empleada que supervisaba la puerta había desistido del tono cuartelero y contemplaba cómo iban desfilando los elegidos. Curro, que había aguardado pacientemente a que se diera paso libre, estalló de repente en una explosión de abrazos y piruetas y las primeras colas se formaron en torno a la saltarina mascota, con la que todos querían fotografiarse.

Este primer ensayo general -el próximo domingo volverá a repetirse el experimento- tuvo que hacerse todavía entre tramoyas. Tan sólo un puñado de pabellones se acerca a su imagen final. Aceras y calzadas a medio terminar, mobiliario urbano aún enfundado en sus envoltorios, tierra removida y maquinaria suelta ofrecen una impresión bastante lejana a lo que la organización llama "fase de últimos retoques".

De más de un centenar de pabellones, sólo fue posible visitar cuatro: Andalucía, Canarias, Universo y Siglo XV. El Palenque, una plaza cubierta con carpas, también se abrió al público, junto con los establecimientos de recuerdos, quioscos de bocadillos (300 pesetas) y refrescos (200), además de los restaurantes rápidos. Los transportes, gratuitos en esta ocasión, estaban todos funcionando, excepto la telecabina. Familias enteras se inmortalizaron para la posteridad con sus cámaras de vídeo en el tren de paseo, el monorraíl y el catamarán que navega por el lago.

Frente a la Torre Banesto, que sube en espiral varios metros para contemplar la Expo y Sevilla, grupos de animación callejera estrenaron sus primeras notas musicales, e incluso una banda (Nuestra Señora de la Oliva, de Salteras) desfiló a ritmo de marcha procesional de Semana Santa.

Si en las puertas de acceso, que fueron únicamente tres, no se produjeron colas, en el departamento de comprobación de la huella digital para el pase de temporada una interminable hilera de propietarios se afanaba una y otra vez en presionar su dedo índice. Después de intentar toda una gama de posturas, los de peor fortuna (bastantes) se vieron obligados a guardar turno en otra fila para grabar de nuevo su huella y volver a empezar.

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