El ministro de Exteriores israelí intenta con su dimisión arrancar concesiones a Shamir
El anuncio de su dimisión realizado el domingo por el ministro de Exteriores israelí, David Lévy, no permite certificar la consumación de su ruptura con el primer ministro, Isaac Shamir, o con el Likud. Hasta ahora Léyy no ha dado ningún paso en falso. No ha pasado verdaderamente el Rubicón, en contra de lo que hacen suponer las apariencias. Queda por ver es si él y Shamir están dipuestos a transigir.A pesar del acento patético, a pesar de su encendida retórica, Lévy calculé cuidadosamente el golpe. No dejó nada al azar. Al anunciar su dimisión del Gobierno, sabía muy bien que legal mente no dimitía. La ley israelí dispone que la dimisión de un ministro sólo es válida tras ser comunicada por escrito al jefe de Gobierno en Consejo de Minis tros, que en Israel se reúne los domingos. La dimisión entra en vigor 48 horas más tarde. Ni un día ni una hora antes.
Si Lévy hubiese tenido realmente la intención de dimitir habría podido hacerlo, de acuerdo con las normas, el mismo domingo durante la reunión semanal del Gobierno en Jerusalén, a la cual asistió. En vez de eso, prefirió anunciar su dimisión en la última frase de un discurso de hora y media pronunciado ante sus seguidores en un hotel de Herzliah, cerca de Tel Aviv. El efecto fue dramático, pero poco práctico.
En el fondo, David Lévy trata de matar dos pájaros de un tiro. Por una parte, quiere satisfacer a sus seguidores -decepcionados, humillados, furiosos por lo que en su campo denominan la "política del desprecio" de Isaac Shamir- demostrándoles que no duda en sacrificar, un cargo que, sin embargo, ansía. Por otra, desea dar a Shamir la posibilidad de reflexionar, de proponerle una salida honorable.
La dirección del Likud dispone ahora de una semana -hasta la próxima reunión del Gobierno, en donde Lévy podría ratificar su dimisión- para elaborar un compromiso que satisfaga al ministro de Exteriores. El primer interrogante que se plantea es si Shamir quiere y puede hacerlo. La otra es si satisfaría a Lévy, sin comprometer su posición en su propio campo, una fórmula destinada a salvar la cara de todo el mundo, pero sin cambiar gran cosa la nueva relación de fuerzas en el Likud.
Un buen número de observadores políticos considera que Lévy, empujado por sus frustrados y exasperados partidarios, se ha ido metiendo en un Callejón ,sin salida que le llevará a romper con el Likud de Shamir, de Moshe Arens, ministro de Defensa, y de Ariel Sharon, ministro de la Vivienda. Otros observadores políticos estiman que aún no se han jugado todas las cartas y que el imperativo de las elecciones del 24 de junio les obligará a entenderse entre sí.
Cualquiera que sea el resultado de este férreo pulso entre las filas de Uvy y las de Shamir Arens, lo cierto es que el Likud ha recibido un duro golpe y ha quedado desacreditado a los ojos de una parte de sus electores.
[El pacifista Abie Nathan, de 64 años, encarcelado en Israel por entrevistarse con el líder palestino Yasir Arafat, fue ayer puesto en libertad.]
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