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El Congreso se libra de la huelga que ensucia Barajas y el metro

El conflicto de los limpiadores de los edificios públicos cumple mañana su primera semana sin que los sindicatos y la patronal hayan intercambiado una sola palabra y sin que los diputados hayan sufrido sus efectos. Las empresas concesionarias han enviado al Congreso y a La Moncloa a los trabajadores que no han querido secundar la huelga, según fuentes de Comisiones Obreras. Mientras, los usuarios de Barajas son víctimas de las aglomeraciones porque muchas dependencias están restringidas.

La plantilla de limpiadores del Congreso de los Diputados y la Presidencia del Gobierno está completa a pesar de que los trabajadores del sector se hallan en huelga desde el martes. Según Enrique Martínez, de CC OO -que convoca los paros junto a UGT y USO-, "la patronal ha enviado a trabajadores que no han decidido secundar la huelga a limpiar el Parlamento y Moncloa". "¿Por qué no los han mandado al Metro?", se pregunta.Martínez comentó que la Moncloa se está barriendo con trabajadores habitualmente destinados en el Cuartel General del Aire que no han querido sumarse a la huelga. En el Congreso, se ha sustituido a cerca de la mitad de los 30 limpiadores parlamentarios. Ayer no fue posible localizar a ningún representante de las empresas concesionarias.

El panorama es completamente distinto en el aeropuerto de Barajas. Puertas clausuradas "por medidas de seguridad", aseos cerrados y "fuera de servicio", vallas metálicas cruzadas en los amplios vestíbulos, personal de seguridad controlando los escasos accesos. "¿Son medidas de seguridad por los Juegos Olímpicos, no?", piensa un viajero en la terminal internacional.

Los anuncios en inglés y castellano sacan de dudas a los despistados. "Rogamos disculpen las molestias originadas por el conflicto del personal de limpieza". Por megafonía se ruega a los pasajeros que "se abstengan de fumar en las salas o ingerir bebidas fuera de la cafetería".

La dirección de Barajas pretende impedir que las dependencias se llenen de basura y desperdicios, y para ello ha reducido al público las zonas hábiles, prohibiendo el paso a los visitantes sin billete de avión, evitando que los usuarios fumen y beban y cerrando la mitad de los aseos.

Latas y cristales

El aeropuerto no ha alcanzado los niveles de suciedad de 1990, cuando se produjo una huelga de que duró 17 días, pero va por el mismo camino. Con los servicios mínimos -un 40%- se limpian los pocos aseos abiertos, se recoge la materia orgánica y los envases de comida y bebida y se vacían las escasas papeleras.Los limpiadores arrastran su carrito entre colillas, papeles, envoltorios y periódicos sin inmutarse. Sólo buscan latas o cristales. "Hacemos todo lo acordado en los mínimos, menos el barrido", asegura una representante de los trabajadores. "Y no barremos por motivos de seguridad. Tener montañas de papeles es peligroso e insalubre", comenta. La patronal no piensa lo mismo y ha abierto expediente a 13 trabajadores por no coger la escoba, según los trabajadores.

Los sindicatos persiguen una subida lineal de 15.000 pesetas sobre las 65.000 que ganan de media, y nueve días de descan o anuales al margen de las vacaciones. La patronal ofrece una subida de 4.500 pesetas desde el mes siguiente a la firma del convenio. "Pero pide que renunciemos al segundo día de libranza semanal que conseguimos tras la huelga de 1990", explica Martínez.

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