Un niño pasa 15 días huido porque le acusaron de robar 1.000 pesetas
No pudo soportar que su madre le acusase de haberle robado 1.000 pesetas. A sus 14 años, cogió los bártulos y se largó de su casa. Ha vivido 15 días en un chalé abandonado, donde dormía, jugaba y se fumaba algún porro con fondo de música heavy, alimentado por su pandilla de amigos. Mientras, su madre lloraba. Es un chaval de barrio: el de Tetuán. Ha terminado el colegio, se considera anarquista y no sabe muy bien qué hacer. Puede que llegue a ser bombero. Ayer, la policía rompió su primera aventura juvenil.
El chaval vive con sus cuatro hermanos y dos perros en un piso que no tendrá más de 50 metros, al que se llega por una escalera que huele a cocido y orines. Y con una madre, que les ha sacado adelante ella sola limpiando en un hospital. Su padre es sólo un recuerdo: se marchó hace siete años.El niño ha vivido desde junio -cuando terminó la EGB- entre su casa y la calle. En casa, ayudaba a limpiar y se tragaba horas de televisión: Rubí es su programa favorito. En la calle estaban la bici y la pandilla: "Jugamos al fútbol, al escondite, a veces a los juegos de los chicos y a veces a los de las chicas". También estaba la casa, una distinta que okupaban sus amigos. Un buen sitio para escuchar a Barricada o a MCD, pintar cosas como "Anarquía y birra fría" y matar el tiempo entre semana fumando algún porro. Y los sábados, a Argüelles, de marcha.
La aventura empieza un día en que su madre se da cuenta de que algún hijo suyo le ha quitado 1.000 pesetas de las 5.000 que sus compañeras del hospital le habían dado por su cumpleaños, para que se comprase unos zapatos. "Mamá, yo no me trago ese marrón", dijo el chaval. "Ahí tienes la puerta", le azuzó una hermana mayor, con la que se lleva a matar. Y el niño se largó escaleras abajo.
No volvieron a verle en 15 días. Su madre lloraba y le esperaba: "No pensé en denunciarlo para no hacerle daño". Siempre se habían llevado bien. "Yo creo que es el hijo que más me quiere, no soporta que nadie se meta conmigo", dice la mujer. Él, mientras tanto, dormía mucho y comía de lo que sus amigos le traían de sus casas. Iba a ducharse a unos baños públicos y daba alguna vuelta. "Pocas, para que no me viera nadie", dice. Y se acordaba de su madre y sus hermanos. "Pero no pensaba volver, estaba enfadado".
Hasta el martes pasado, cuando la madre de una amiga del muchacho le dijo que sabía dónde estaba la pandilla: un chalé deshabitado con piscina y todo. Fueron juntas por la noche, pero el hijo salió zumbando. "Avisé a un policía municipal. Volvimos y mi hijo no estaba. Un. agente me dijo: 'Vuelva a casa, señora, que la vamos a despertar diciéndole que hemos encontrado al niño". La mujer recibió una llamada a las 5.30 de ayer. La policía sorprendió a su hijo cuando dormía en el chalé. La larga noche de la madre no acabó ahí. El niño, que había estado de morros con ella delante de la policía, se volvió a marchar. La madre dio una vuelta por la calle, desesperada. De vuelta, oyó la voz de su hijo: "Mamá, que voy a subir, vuelvo a casa". Por fin la abrazó.
Ayer volvió al que fue su hogar de 15 días. "¿Qué tal, viborilla?", le preguntó un chico rubio de ojos verdes. "Me llevaron entre cuatro bugas (coches)", contestaba él. Allí recogió sus pertenencias: cintas de casete, un chubasquero, pantalones apretados con la A de Anarquía y el símbolo del amor... Y él razona: "Soy anarquista porque no soy facha".
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