Le Pen
Los nuevos filósofos de memoria orweIliana ni siquiera se atreven a llamar neofascismo a lo que defiende Le Pen. Qué grosería. Se ha improvisado el estuche del populismo para denominar al neofascismo que se nos viene encima, en una Europa en la que las izquierdas llevan ya 20 años despiojándose; los comunistas, gastándose los ahorros éticos de la Resistencia, y los socialistas, viviendo de la última idea que han incorporado a su escaso ideario posespartaquista. Ni siquiera era propia. Era de Keynes. Le Pen está creando la filosofía que Europa necesitará para justificar sus dificultades unitarias profundas y la necesidad de defenderse de la invasión de los bárbaros del Sur y de sus cómplices: ese universalismo racionalista y humanitario que deja entreabiertas las puertas traseras del sistema para que se cuelen algunos bárbaros.A la presunción cavafiana de que los bárbaros probablemente no existen se impone la evidencia de que los bárbaros van de Sur a Norte, y suelen llevarse la sorpresa de encontrar el Norte ocupado por bárbaros que llegaron mucho antes y disponen de más sofisticada barbarie. Por ejemplo, aún no se sabe qué vamos a bombardear, si Trípoli o Bagdad, pero algo habrá que bombardear porque peligra la reelección de Bush y se necesita otro desfile de la victoria por las calles de Nueva York. El circo de los intelectuales neoliberales ha despertado de su posoperatorio antiestalinista porque crece el grito "¡que viene el tuerto!", y por los bulevares del sistema avanza Le Pen contoneándose, algo rumbero, con su guardia pretoriana de metèques instalados y sinvergüenzas que se llaman Martínez y quieren ser los últimos Martínez asumidos por el paraíso. Y frente a todo esto, ¿qué sabemos?, ¿qué oponemos?, ¿qué creamos? Nada. Nos limitamos a diseñar un nuevo estuche imaginario para algo que llamamos populismo porque nos obligaría demasiado llamarlo por su nombre.
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