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Diez alcaldes del Noroeste piden a Leguina que dé casa a los inmigrantes de la zona

Gabriela Cañas

La presencia de cerca de 2.000 inmigrantes en los municipios del Noroeste de la Comunidad de Madrid empieza a hacer mella en los Ayuntamientos de la zona. Las condiciones de vida de estos trabajadores, que se hacinan en chamizos sin agua ni luz, y algunos brotes de xenofobia, han llevado a 10 alcaldes a buscar soluciones de forma conjunta. Pero los municipios no pueden hacer frente a las necesidades de este colectivo. La Comunidad, dicen, tiene que tomar parte, y así se lo harán saber al presidente, Joaquín Leguina, en el transcurso de una reunión que se celebrará hoy en Pozuelo de Alarcón.

En una veintena de pueblos del noroeste de Madrid se han asentado, según los datos de la Comunidad de Madrid, 1.400 marroquíes. Los alcaldes y la Cruz Roja aseguran que, en realidad, son casi 2.000 inmigrantes procedentes de Marruecos los que han elegido esta zona de alto nivel social para realizar las chapuzas que les permitan mantener a sus numerosas familias.Las localidades más populosas son Pozuelo de Alarcón (42.500 habitantes), Las Rozas (35.000), Majadahonda (34.000) Collado Mediano (26.000), Villaviciosa de Odón (14.000) y Boadilla del Monte (13.600). Muchos pueblos no pasan de los 3.000 habitantes -Valdemorillo, Fresnedillas, Brunete, Colmenarejo, Villanueva del Pardillo, Becerril, Collado-Villalba, Zarzalejo-, pero duplican o triplican sus poblaciones gracias a las grandes urbanizaciones en las que muchos madrileños tienen su segunda vivienda.

Los marroquíes han llegado aquí atraídos por la demanda existente de trabajo eventual que sus habitantes ofrecen, fundamentalmente durante los fines de semana y los periodos vacacionales. El sistema es sencillo. Los marroquíes -sólo hombres- esperan durante horas en las plazas de los pueblos y los lugareños les contratan por horas. Ellos siempre están dispuestos a hacer cualquier chapuza; la mayoría ha aprendido lo esencial de la jardinería y la construcción.

Gastan poco, malviven hacinados en cualquier chamizo y envían a sus familias todo el dinero que pueden. "Allí, las mujeres no trabajan", explica Mesaud El Yusefi, que tiene 47 años, y que mantiene con este sistema a su esposa y a sus seis hijos. El Yusefi vive en Navalagamella, una localidad de 566 habitantes. Vive, como todos los demás, sin su familia. Ahora, como los otros, ha conseguido regularizar su situación en España, aunque lleva viviendo aquí desde hace 14 años.

"Nuestro problema es que nadie nos quiere alquilar una casa aquí", dice Ahran Alí. "Además, no hay casas". Ahran Alí lleva 15 años en España y comparte con otros siete compatriotas una nave en Valdemorillo en la que sólo caben los colchones y las bombonas de camping-gas. No hay agua corriente. Por suerte, el invierno es cálido y soleado y se puede afrontar el Ramadán descansando durante el día al aire libre, sobre viejos colchones. La nave es un préstamo desinteresado de un vecino del pueblo.

Alquiler de guaridas

No siempre es así. Hassan Amuhnush paga por su guarida 10.000 pesetas al mes. La comparte con otros tres marroquíes y, a ojo, no tiene más de 15 metros cuadrados. Amuhnush -30 años; 4 hijos- aprovechaba ayer las horas de más calor para dormir. Los días laborables hay poco trabajo y el Ramadán es duro a las tres de la tarde.Ayer, un vecino trasportaba un viejo sofá sobre la baca de su coche. Venía a ofrecerlo a los inmigrantes. Regalar los muebles usados se ha convertido en esta zona en una práctica habitual. Hassan rechaza el regalo dando mil gracias y asegurando que no lo necesita. En realidad, el problema es que en su casa no cabe un mueble tan grande.

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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