La esperanza de los rumanos está en la fuga
Hasta el primer ministro tiene hechas las maletas para emigrar
El primer ministro rumano, Theodor Stolojan, tiene hechas las maletas para emigrar a Estados Unidos con toda su familia en cuanto se celebren las próximas elecciones legislativas, previstas para mayo o junio. "Tiene visado de inmigración, no de trabajo temporal, y se lo lleva todo. Parece que los Stolojan quieren pasar allí una larga temporada. Calculo que al menos seis o siete generaciones", dice con ironía un periodista británico afincado en Bucarest.
Stolojan ha recibido una oferta de un organismo financiero internacional con un sueldo en torno a los 20.000 dólares (unos dos millones de pesetas) mensuales. Esto es poco comparado con lo que ganan algunos financieros occidentales, pero bastante fren te a los 150 dólares (15.000 pesetas) que ingresa hoy Stolojan como primer ministro. El economista Stolojan es uno de los muy pocos rumanos con ofertas de trabajo en el exterior. Asumió el cargo tras ser derribado su antecesor, Petre Roman, por una manifestación minera organizada por las fuerzas inmovilistas en septiembre pasado, pero dejó claro que sólo lo hacía como gestor hasta unas elecciones.El hecho de que el primer ministro esté a la espera ansiosa de escapar del país que gobierna es sólo un síntoma más de la catastrófica situación en que Rumania se encuentra más de dos años después de aquel levantamiento popular anticomunista que comenzó como revolución y acabó siendo reconducida con pericia y algo de violencia por las viejas estructuras comunistas.
Estas se ganaron así un plazo de supervivencia, pero impidie ron al país coger el tren de las re formas de Centroeuropa y han condenado a la población a una miseria en la que la esperanza sólo radica en la fuga. Los polizones llegados recientemente a España como los miles de rumanos que huyen desesperados hacia Polonia, Checoslovaquia y al Edén llamado Alemania son otros indicios de esta caída en picado a la ruina de este país dotado por la naturaleza y desposeído por la historia.
Viejas estructuras
Las elecciones municipales del 9 de febrero demostraron que si bien la oposición avanza en las grandes urbes, gracias al flujo de información plural, las ciudades pequeñas y sobre todo el campo siguen firmemente en manos de las viejas estructuras. Si en Transilvania la alianza entre húnga ros y la oposición tiene fuerza, en Oltenia y Valaquia el Frente de Salvación Nacional (FSN) tiene el control absoluto.
No se trata además del sector del FSN que Petre Roman intenta organizar y con el que, quizá ingenuamente, cree poder con quistar la infraestructura del partido en el congreso a celebrar en marzo. El sector poderoso es el inmovilista, fruto de la prover bial selección negativa de un ré gimen como el de Nicolae Ceausescu, que ante el conflicto abierto entre el ex primer ministro y el presidente Ion Iliescu se ha apiñado en torno a este último.
Esta presencia de los agentes más comprometidos en el entorno de lliescu adquiere a veces ca racteres grotescos. El jefe de protocolo del presidente Iliescu es nada menos que Leonard Meghedicu, uno de los más procaces agentes de la Securitate en la agencia rumana Agerpres durante muchos años bajo Ceausescu. El otro gran vigilante del ceausesquismo en Agerpres, Ion Cuiu, sigue en su puesto de siempre en la rebautizada Rompress.
Mientras, la producción ha caído en picado, hay nuevas restricciones energéticas, falta de calefacción y las tiendas están vacías, salvo aquellas en las ciudades en las que pocos pueden comprar.
Las grandes alamedas y choperas en Valaquia, en la carretera de Bucarest a Costanza, están siendo taladas por la población para combatir el frío de sus hogares. Y los niños de pueblos como Fetesti viven entre la basura y comen maíz, alguna patata y pan.
Entre los pequeños que habitan en los pueblos proliferan las enfermedades de la piel y hace tiempo ya que fue robada y vendida la mayoría de los medicamentos enviados por organizaciones caritativas occidentales.
Pero el afortunado Stolojan, sentado ya sobre sus maletas, les anuncia que "dentro de unos meses puede que no haya ni pan". La esperanza en Rumania vuelve a radicar, como bajo el déspota ejecutado hace dos años, en la fuga.
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