Cumpleaños
A veces, antes de zambullimos en las últimas copas de la madrugada, alguien excava en los armarios y saca una guitarra de entre los calcetines. Hace tiempo que creímos cambiar la guitarra por el GTI, pero a esas horas del siglo los amigos son la única red que nos salva del naufragio, y la guitarra es una almadía de pasado insumergible. Por lo visto, nunca dejamos de crecer, que no de envejecer. Esta semana, por ejemplo, un antiguo abogado laboralista sevillano que vive en La Moncloa celebrará sus cincuenta años mientras los amigos continuaremos la partida de mus bajo un artesonado de comadres.Tal vez esta noche, como otras muchas, mientras en Madrid se soplen esas cincuenta velas en las que arde una vida acelerada, nos encontraremos como siempre el Joan Ollé y la María y el Joan Anguera y la Ivette y el Ovidi Montllor, ese decano de Alcoy al que siempre le rogamos que vuelva. a decir sabidurías sobre las guitarras,de antes. Y le pediremos una vez más que cante La fera ferotge, que es una canción arqueológica de cuando los primeros de mayo siempre parecían los últimos. Y pensaremos que la fiera sigue siendo feroz cuando pone sus garras romas sobre el terciopelo de los despachos.
El gobernante siempre cree que los problemas de su conciencia se arreglan con leyes de huelga. Pero ignora que la inmensa mayoría de ciudadanos que trabajamos por cuenta ajena somos todavía huelguistas potenciales, gente insegura a la que se la mantiene pendiente de un futuro hipotecado, mineros sin minas, metalúrgicos que preferirán ser ilegales antes de apagar el último rescoldo de sus altos hornos. Ni la gente hace huelga por placer ni el trabajador es un marciano. Pero el abogado laboralista nos da una ley como un azucarillo de anústad calculada. Y, mientras sopla las velas, la fiera feroz espera en la antesala las migajas de un pastel que hoy está y mañana quién sabe.
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