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A tapiar la calle...

Dos urbanizaciones de lujo se enfrentan por un muro que impide el paso entre ambas

Juan Carlos Sanz

Alarmas, perros sueltos, guardas jurados, rejas, controles. El paisaje de las urbanizaciones de lujo de Pozuelo de Alarcón, donde los chalés cuestan tres veces más que un piso en la capital, está vedado a los intrusos. Sin embargo, el muro que parte en dos una calle que atraviesa las urbanizaciones Monteclaro y Monte Alina ha desatado una guerra entre vecinos ricos. Abogados y economistas de prestigio derribaron la tapia con una excavadora el pasado verano, pero los colindantes de Monteclaro la reconstruyeron de inmediato.

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"Tiramos el muro limpiamente", recuerda emocionado Víctor Durán, un economista de 43 años, casado y con dos hijos, que comparte la urbanización Monte Alina II con vecinos como el periodista José Luis BaIbín o el político centrista Fernando Castedo. Con el derribo del muro, Durán y sus vecinos querían ahorrarse un rodeo de siete kilómetros al llevar a sus hijos a un colegio de pago o para acudir a un hospital privado.Al otro lado vive, entre otros, el consejero de Política Territorial de la Comunidad de Madrid, José María Rodríguez Colorado.

Los vecinos de Monte Afina II que derribaron el muro se enfrentan ahora a una batalla legal de interdictos y denuncias. Llevan poco más de un año en la urbanización de lujo, en unos chalés por los que han pagado entre 70 y 80 millones de pesetas.

Muchos proceden de otras urbanizaciones de lujo, como El Soto o La Moraleja (en Alcobendas). Se subieron al carro del boom inmobiliario de finales de los años ochenta y compraron un piso por 10 millones para revenderlo por 30. "Hubo avispados que dieron entradas para comprar cinco viviendas distintas, esperaron a que subieran de precio y las revendieron", relata el economista Víctor Durán al pie del muro.

Los responsables de la lujosa urbanización de La Moraleja han intentado en dos ocasiones, la última el pasado día 4, colocar vallas de control en los accesos, que el Ayuntamiento de Alcobendas ha retirado enseguida.

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"Nuestra urbanización está cercada y con vigilancia, es obvio que no vamos a tolerar que nos abran un boquete". Así se expresa Carlos Álvarez Cánovas, vicepresidente de la asociación de propietarios de Monteclaro. "Existe un cerramiento en todo el perímetro desde hace 20 años. Simplemente, unos pocos vecinos de Monte Alina II -no más de una docena y con poca representatividad- quieren atravesar nuestra urbanización por razones particulares", señala Álvarez Cánovas, en representación de 680 propietarios (unos 4.000 vecinos) de Monteclaro. En su opinión, "el Ayuntamiento no tiene nada que ver en una cuestión entre particulares, y las calles seguirán siendo privadas mientras no se entreguen al Ayuntamiento".

"Desconozco por completo que haya habido en algún momento amenazas de tiros", se limita a decir el vicepresidente de Monteclaro ante las veladas acusaciones de los colindantes.

No es asunto del alcalde

Ambas urbanizaciones están en el término municipal de Pozuelo de Alarcón (45.000 habitantes), la localidad con mayor renta per cápita de la región. Su Ayuntamiento es uno de los pocos controlados por el Partido Popular entre los grandes municipios del área metropolitana de Madrid. El alcalde, José Martín Crespo, se lava las manos en este asunto y advierte que su corporación "no hará ningún tipo de pronunciamiento" sobre el muro de la discordia. "El Ayuntamiento sólo actuará como mediador cuando se aclaren las disputas". Martín Crespo precisa que los planes de las urbanizaciones fueron autorizados por la Comunidad de Madrid, aunque posteriormente hayan sido recurridos.

"Las vallas y los muros tienen sus ventajas y sus inconvenientes; estas urbanizaciones tienen un control de acceso con vigilantes; no me parece mal que sea así, explica el alcalde de Pozuelo. "Sin embargo", agrega, "otros consideran que si hay zonas de paso se méjoran las comunicaciones".

En septiembre de 1990, el alcalde de Pozuelo solucionó un problema similar con un sistema original que provocó algunas protestas: "Vía de uso público. Para pasar, pulsar el botón", rezaba el cartel colocado junto a la valla que cerraba el paso a los automovilistas. Así intentó contentar a los vecinos de los chalés y a los conductores que pretendían tomar un atajo.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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