La cuestión escocesa

Estoy seguro de que todos los escoceses han de agradecer su atención a "la cuestión escocesa" en EL PAÍS del 2 de febrero, ya que se trata de un aspecto de la política británica tradicionalmente olvidado por la prensa extranjera. Me sería posible corregir algunos errores, pero lo que me preocupa más es la simplificación aparente del problema por parte de su corresponsal. No se puede negar la importancia de aspectos económicos ni del "viejo resentimiento histórico contra Inglaterra" en la creación de la crisis constitucional actual en Escocia; pero esta cuestión no se trata solamente de un deseo de tomar posesión de los ingresos del petróleo en el mar del Norte.Existe también en relación a toda una serie de factores interdependientes que tienen que ver con los principios más fundamentales de la democracia: por un lado, se ha visto repetidas veces que diputados conservadores, que representan a zonas electorales inglesas y que no tendrán que presentarse a ser reelegidos por un público escocés, se toman la libertad de votar en el Parlamento británico leyes que tienen que ver exclusivamente con Escocia; por otro lado, se cuestiona cada vez más en Gran Bretaña la calidad de la información que es ofrecida al público en el campo político, por ejemplo, el hecho de que los costes de la Administración de la política escocesa son calculados dentro de un esquema de subvenciones pagadas a las regiones, mientras que la política londinense es administrada como parte de las fuerzas de seguridad del Reino Unido entero, lo que claramente contribuye a una imagen falsa de las relaciones económicas entre las distintas partes del país.

No se trata de simples rencores históricos ni de oportunismo político, sino de una oportunidad para limpiar la vida política dentro del contexto de la democratización de Europa.-