El vapuleo del presidente George Bush a Japón
La visita del presidente George Bush a Japón fue una decepción. Trajo algunas concesiones del Gobierno japonés y de las grandes empresas para salvar la cara, pero que no mejorarán materialmente la angustiosa economía norteamericana, ni resultarán en incrementos sustanciales en la exportación de nuestros coches a los consumidores japoneses.Me temo que la visita no mejorará la nublada perspectiva global, ni en España ni en ninguna otra parte de Europa. Lo que sí hará es incrementar la ya existente antipatía japonesa hacia Norteamérica. Cuando el señor Bush llevó consigo un séquito de ejecutivos bien remunerados cometió una torpeza de primera magnitud en relaciones públicas. Tanto en Japón como en Norteamérica, son precisamente estos ejecutivos los que son vistos como el problema de Estados Unidos y no su solución.
El presidente de Chrysler, Lee lacocca, es muy conocido en Japón y Corea. Sus empresas todavía existen sólo por la cuota voluntaria forzada a los japoneses para restringir el número de exportaciones de coches hacia Norteamérica. No es extraño que lacocca sea hoy en día el portavoz principal del proteccionismo, sus ganancias millonarias existen solamente gracias a las interferencias proteccionistas en el mercado-libre.
La sinfonía de 1992
A corto plazo, muchos de estos aspectos de la fiesta de Bush serían meramente cómicos si no fuera por el hecho siniestro de que todo ello es probablemente la obertura de la sinfonía que sonará a lo largo del año electoral de 1992, una campaña aislacionista de primero América, disfrazada bajo el título de política industrial. Aquí es donde se encuentra el peligro en las buenas relaciones coreano-norteamericanas. Aquí es donde amenaza el peligro para Europa y España.
¿Cómo comenzó este fiasco? La política saca a la luz lo peor de los políticos y éstos a su vez sacan lo peor de la gente.
Nuestra historia comienza con la decepcionante recuperación de mediados de 1991. Ésta ha sido tan débil que las encuestas sobre la confianza de los consumidores han caído en picado. Las encuestas de popularidad del presidente registran una caída vertiginosa. Peor aun, el candidato republicano para el Senado norteamericano por Pensilvania, a quien se le consideraba ganador, fue claramente derrotado por el demócrata, cuyo eslogan se basaba en que George Bush era el responsable de la terrible recesión norteamericana, porque su corazón y su mente estaban ocupados en sus relaciones exteriores en detrimento de la política económica doméstica.
En un ataque de pánico, Bush postergó su gira por el Pacífico, y lo que debía haber sido una serie de conferencias sobre la diplomacia después de la guerra fría se transformó apresuradamente en una cruzada para vapulear a Japón, a fin de forzar un resquicio para nuestras exportaciones al área del Pacífico.
Mientras tanto, desde dentro del ala derecha del propio partido republicano de Bush, Patrick Buchanan entró en la carrera por la presidencia con una campaña sobre primero América y el aislacionismo: Buchanan es conocido por su hostilidad hacia programas de ayuda a negros, hispanos, pobres y extranjeros. Tiene puntos de vista sobre el racismo y la ayuda social que no están de moda en círculos intelectuales, pero que tocan prejuicios latentes en las masas. La verdad es que los liberales sospechan que es un fascista en potencia.
La primera contienda en las primarias, a la que Bush tiene que hacer frente, es en la deprimida New Hampshire, donde ha caído bien la oratoria de Buchanan. Siempre ansioso de desmentir su fama personal de ser un necio inútil, el presidente Bush estará tentado de robar algo del estruendo de Buchanan. Al igual que en 1988, cuando el candidato Bush ganó votos con sus ataques encubiertos al violador negro Willie Horton, el Bush de 1992 puede que en un ataque de desesperación intente ganar votos mostrándose partidario de una política agresiva y explícita:
-Obliguemos a Japón a que importe de Norteamérica para nivelar el comercio bilateral tanto de coches como en general.
-Pongámonos duros con la Comunidad Económica Europea y su proteccionismo agrícola. Norteamérica también puede jugar duro con los productos industriales europeos.
Los esperanzados demócratas, que se presentan para la carrera presidencial, están también flirteando seriamente con las propuestas proteccionistas. Todo esto viene a confirmar una ley básica que existe en política económica: cuando una nación sufre internamente una reducción en la producción, el empleo y los beneficios, los virus latentes del proteccionismo y la xenofobia afloran. Si no hay un enemigo en la guerra fría contra Moscú, puede que existan espíritus malignos en Tokio, Seúl y Bruselas -o hasta en Madrid y Barcelona- que sirvan de chivos expiatorios.
Ahora me gustaría valorar estas consecuencias políticas en términos económicos básicos: Japón no es -y Europa tampoco- la causa más importante en la enfermedad recesiva norteamericana, excepto en el ámbito del arroz y de otros productos agrícolas; las leyes tarifarias japonesas son más abiertas que aquellas de Italia, Francia, Alemania, Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. Si no existen interferencias, los consumidores japoneses no comprarán Ford, Buick, Chrysler, Dodge o Fiat; ellos prefieren Honda, Toyota y Nissan. Es cierto que las empresas japonesas están orientadas para negociar con sus conciudadanos más que con extranjeros; por tanto, en Japón las ventas de BMW y Volvo serían algo mayores si los ejecutivos japoneses cambiaran sus inclinaciones exclusivistas (ya sea espontáneamente o bajo presión), para que entonces siguiese una mejora en la venta de recambios. Si no es un crimen para los italianos actuar individualmente en sus costumbres históricamente características, tampoco lo es para los japoneses actuar de la misma forma.
Con excepción de la forma de presión política que viola las reglas de juego del libre comercio, no se esperan grandes progresos en la balanza de pagos norteamericana en términos generales o bilaterales con Japón. Lo que ha sucedido para aminorar el déficit crónico en los pagos de Estados Unidos ha sido la fluctuación a la baja del dólar con relación a las monedas del área del Pacífico y del Mercado Común. Debemos agradecer esa deseable depreciación del dólar a la tardía expansión monetaria de la Reserva Federal, y no a la cháchara fanfarrona de los políticos.
La recuperación
Más avanzado el año 92, la recuperación norteamericana podría finalmente afianzarse si la Reserva Federal reanuda su expansionismo militante de hace un mes. El expansionismo fiscal de un año electoral puede también aportar alguna ayuda.
Cuando se vea que se crean más empleos de los que se pierden, la psicología del consumidor puede comenzar a recuperarse. Si la economía crece después de mediados del 92, digamos una tasa real del 3%, Bush tendrá la reelección asegurada.
De una forma gradual, y bajo este guión esperanzador, los ánimos proteccionistas se apaciguarán (cosa que también valdrá bien para Europa). Es entonces cuando el presidente en la Casa Blanca puede continuar escenificando sus fantasías bismarckianas, jugando a ser el gran diplomático mundial. Y será entonces cuando la economía mundial podrá empezar su lento ascenso desde su rendimiento bajo par de 1991.
es premio Nobel de Economía.
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