La larga y penosa marcha hacia la moneda única europea
El 'informe Delors' abrió las puertas para los acuerdos de Maastricht
Todo comenzó un martes 13. Los supersticiosos dijeron entonces que los trabajos para diseñar la futura unión económica y monetaria europea no podían terminar con éxito. Pero los 16 sabios convocados por el presidente de la Comisión Europea en Basilea comezaron a elaborar ese 13 de septiembre de 1988 un documento, el informe Delors, que luego sería el embrión de los históricos acuerdos alcanzados en Maastrich 38 meses después. El Banco Central Europeo y la moneda única serán una realidad en 1997.
El moderno edificio del Banco Internacional de Pagos (BIP) en la ciudad suiza de Basilea fue recibiendo a los hombres encargados de diseñar el futuro económico europeo. Jacques Delors había enviado dos semanas antes a los gobernadores de los bancos centrales de los doce y a los cuatro expertos invitados a título personal (el comisario holandés Frans Adriessen; el danés Niels Tygessen, el belga Alexandre Lamfalussy, que hacía de anfitrión como director del BIP, y el español Miguel Boyer), lo que él consideraba la documentación de partida. Los 17 acudieron a Basilea con tres documentos subrayados y muchas ideas para exponer en un debate que se prometía duro y engorroso. El texto base era un viejo estudio -el informe Werner-, elaborado en 1970 cuando el Mercado Común era todavía una quimera y la unión económica parecía ficción científica.Siete meses después, la comisión de sabios presentaba solemnemente el informe Delors, en abril de 1989, en plena presidencia española de la CE. Se iniciaba la cuenta atrás, capitaneada por España, que aprovechó su primer turno al frente de la Comunidad Europea para cambiar el ritmo de la historia comunitaria. Para probar su entusiasmo, Felipe González hacía entrar a la peseta en el Sistema Monetario Europeo en junio de ese mismo año, coincidiendo eón la cumbre de Madrid, en la que además se acordaba la entrada en vigor de la primera etapa de Plan Delors en julio de 1990 y la celebración de una conferencia intergubernamental para reformar el Tratado de Roma.
La presidencia francesa -segundo semestre de 1989- no fue demasiado prolífica, aunque consiguió que se convocara la anunciada conferencia intergubernamental en Roma y forzara a Italia a entrar en la banda estrecha del SME el 8 de enero de 1990, 20 días después de la cumbre de Estrasburgo.
Los 24 meses siguientes estuvieron plagados de noticias y avances en el largo camino hacia la unión monetaria europea. Éstos son algunos de los más destacados: acuerdo en Dublín para comenzar los trabajos de modificación del Tratado de Roma (junio de 1990); entrada en vigor del Tratado de Unión Monetaria entre las dos Alemanias (1 de julio de 1990); entrada de la libra esterlina en el mecanismo de cambios del SME (8 de octubre de 1990); Noruega decide ligar su corona al valor del ecu (22 de octubre de 1990); acuerdo de 11 países comunitarios -excluido el Reino Unido- por el que se establece el comienzo de la segunda etapa de unión monetaria en enero de 1994 (octubre de 1990); el comité de gobernadores de bancos centrales de la CE presenta un proyecto de estatutos del Sistema Europeo de Bancos Centrales (noviembre de 1990); el Parlamento sueco aprueba la solicitud de adhesión a la CE (diciembre de 1990); acuerdo entre la EFTA y la CE para la creación de un futuro Espacio Económico Europeo (mayo de 1991). Suecia vincula su corona al valor del ecu (17 de mayo de 199 l), Finlandia liga su marco al valor del ecu (4 de junio de 199 l), y, por fin, en diciembre de 1991 se firmaba el ya histórico Acuerdo de Maastricht.
Muy esquemáticamente, en la ciudad holandesa de Maastricht se acordó confirmar la fecha de enero de 1994 para comenzar la segunda etapa con la creación del Instituto Monetario Europeo (IME) y retrasar hasta 1996 la decisión de iniciar la tercera y definitiva fase en 1997 o 1999, dependiendo de la convergencia lograda en la economía de los 12 países miembros. Se fijaban también las cinco condiciones para poder acceder a esa primera velocidad europea y se dejaba abierta, a petición del Reino Unido, una puerta de salida -la fórmula del opting out- para los países que no se encuentren cómodos en la nueva Europa.
Un duro proceso de ajuste
Hasta aquí, la historia. A partir de ahora, cada uno de los 12 miembros comunitarios (y los cinco o seis posibles candidatos en 1995) tiene que preparar su estrategia para que su economía esté en línea con las exigencias impuestas en Maastricht. Sólo Francia y Luxemburgo cumplen los cinco requisitos decididos por la CE, que son: una inflación que no supere en 1,5 puntos a la media de los tres países que la tengan más baja; tipos de interés que no superen en dos puntos a la media de los tres países en que sean más bajos; déficit público inferior al 3% del PIB; deuda pública inferior al 60% del PIB, y estabilidad monetaria respetando la banda estrecha de fluctuación del SME durante dos años.
Todos los expertos consultados coinciden en señalar que el proceso de convergencia será duro para la mayoría de los países comunitarios. "Hasta los que cumplen ahora todos los requisitos", explicaba a este periódico el gobernador del Bundesbank, Helmut Schlesinger, "se podrían encontrar con sorpresas de aquí a 1996. Nos esperan años duros para las economías europeas, que tienen que terminar de ajustar sus economías. Cada país tiene problemas diferentes y los próximos meses serán importantes para superar los desequilibrios en cada uno de ellos".
A pesar de esa visión general de Schlesinger, no cabe duda que hay Estados comunitarios que lo tienen más fácil que otros. Un primer análisis macroeconómico indica que los países del nucleo central de Europa (Alemania, Francia, Dinamarca, Luxemburgo, Holanda y Bélgica), encontrarán menos problemas que los periféricos (Reino Unido, Irlanda, Portugal, Italia, Grecia y, por supuesto, España) para hacer converger sus economías. De cualquier forma., el tiempo dirá quiénes conseguirán formar parte del Banco Central Europeo desde su fundación, quiénes tendrán que esperar a una segunda etapa y quiénes -si es que hay alguno- optan por salirse de la Unión Económica y Monetaria, haciendo uso de la fórmula del opting out.
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