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Moby Dick

"Los lugares que existen verdaderamente son los que no figuran en ningún mapa", escribió Herman Melville como Única referencia de la isla de los mares del Sur donde nació el enigmático arporiero Queequeg. Consciente o inconscientemente, Melville dio de esa forma una nueva definición de la utopía, es decir, del lugar que no existe, pero que es lo único que merecería existir si la reafidad cediera un ápice a los ideales humanos.En términos bolsísticos, ese lugar debiera ser un mercado abierto, activo, con grandes posibilidades de negocio.Pero ese lugar ideal parece existir tan poco como la isla donde vio la luz el arponero que trató en vano de matar a Moby Dick. El mercado sigue parado y las cotizaciones descienden en un lento goteo, en especial en los sectores de comercio, cementos y bancos.

Los inversores idealistas, émulos del flemático Queequeg y el iluminado capitán Achab, deberán seguir un derrotero vacío entre las tormentas y las calmas chichas de los océanos. Deberán perseverar y disponer de vigías atentos que oteen un géiser en el horizonte, un valor en alza como Moby Dick, la infame ballena blanca.

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