El mejor sistema es el que estimula las condiciones del futbolista
"Me han empujado a vivir un sueño y ya no quiero despertar", asegura este joven licenciado en Filosofía y Letras que desconfía de la magia de los sistemas y, fiel a Arrigo Sacchi, camina a contracorriente de la última moda en los banquillos.Pregunta. Usted contradice la lógica del fútbol en la contratación de entrenadores: no brilló como jugador y su única experiencia como técnico fue con juveniles y con el filial zaragocista. ¿Cuáles son sus argumentos para ingresar en el club de los 20 elegidos en Primera División?
Respuesta. Del fútbol activo me apartó una lesión y el convencimiento de que no tenía condiciones para llegar a la élite. Por ambas cosas dejé los terrenos de juego. Cuando ingresé en el Zaragoza como segundo de Antic (tras entrenar a los juveniles del Casablanca) viví un año de felicidad. Radomir llegaba de Inglaterra y desconocía las interioridades del fútbol español. Por eso me dio un papel activo que me permitió aprender con velocidad. Después, todo cambió, las relaciones se deterioraron y viví un año amargo apartado del contacto con el devenir del Zaragoza. Con Maneiro viví un impás hasta que su dimisión provocó que me sentara en el banquillo de forma sorprendente y en unos momentos difíciles. Mis argumentos se basan en el diálogo y en el aprovechamiento de los jugadores en función de sus cualidades. El fútbol no tiene más secretos que sacar partido a las posibilidades de cada uno.
P. Sin embargo su equipo tiene hoy una personalidad propia y usted contradice la moda del fútbol español. Su esquema se aleja del 5-3-2 que hoy utilizan casi todos los equipos. ¿Es usted un clásico?
R. Los sistemas son muy relativos en el fútbol. A veces se les da demasiada importancia cuando en realidad sólo son un diseño previo que luego en el transcurso del partido los propios jugadores retoquen o incluso alteran. A mí me gusta más el 4-4-2 pero lo importante es que cada jugador tenga un terreno donde pueda desarrollar sus cualidades futbolísticas. El resto es muy aleatorio. Todos los sistemas están supeditados a las condiciones humanas de los futbolistas y a las exigencias del juego. Lo importante es estimular las cualidades del jugador y no coartarlas. Ése es el mejor sistema.
P. ¿Su modelo es el Milan de Sacchi o responde a otras admiraciones?
R. A mí me gustaba la naranja mecánica de Cruyff y compañía y me gusta el estilo de Cruyff en el Barcelona, y el Milan de Arrigo Sacchi y muchos otros grandes equipos. Quizá me identifique más con los criterios de Sacchi, su forma de reducir espacios, su disciplina. Pero en general me interesan todos los creadores. Una de las satisfacciones de ser entrenador de Primera División es que me ha permitido conocer a mucha gente que admiro. Es otro sueño hecho realidad.
P. ¿Su falta de pedigrí y su juventud le hacen más vulnerable en la relación con los jugadores, algunos mayores que usted?
R. En absoluto. A mí me gusta dialogar porque creo en la eficacia del diálogo. Pero todo tiene un límite y sé que entre mis funciones está el ejercicio de la autoridad.
P. ¿Las políticas de cantera tocan a su fin con el desarrollo de normativas futbolísticas europeas?
R. Si nos cargamos el fútbol de cantera, nos cargamos este invento porque a los aficionados les gusta ver a jugadores de su tierra en sus equipos respectivos, aunque lo que prima sobre todo es disponer de un buen conjunto.
P. Usted llegó al fútbol de élite inesperadamente. ¿Ha pensado en su futuro cuando concluya su etapa en el Zaragoza? ¿Seguirá en el fútbol o volverá a ejercer como profesor de Filosofía?
R. Cuando entrenaba al Casablanca lo simultaneaba dando clases en un colegio. Pero después, cuando ingresé en el Zaragoza, tuve que dejarlo por falta de tiempo. Ahora soy consciente de que mi vida es el fútbol. Si abandono el Zaragoza tendré que hacer las maletas y sé que me resultará difícil porque mi vida está en Zaragoza. Pero el fútbol es mi pasión y sé que ya no puedo abandonarlo.
P. ¿Desde el banquillo envidia a los futbolistas por hacer lo que usted no pudo lograr?
R. No, en absoluto. No me planteo el pasado ni el futuro.
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