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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cosas increíbles

HEMOS VISTO cosas increíbles, pero hay quienes no descansan en su afán por sorprendemos todavía un poco más. Habíamos asistido a espectáculos como que un cura integrista intentase apuñalar al Papa por considerarle reo de herejía liberal o que un veterinario derribase un helicóptero de una pedrada. Después de las conversiones de Verstrynge o Mohedano y del fichaje de dos jugadores negros por parte de la Real Sociedad creíamos haberlo visto todo. Pero reconozcámoslo: que la nave destinada a emular la proeza de Magallanes y Elcano fuera a hundirse en el acto mismo de su botadura es algo que no habíamos previsto.El hecho, por lo demás, ha agotado la capacidad de sarcasmo de los humoristas, profesionales o aficionados. Entre los profesionales hay que incluir, por definición, a aquellos a quienes pagan por glosar cuantos episodios vengan a reforzar su hipótesis de la incompetencia congénita de los españoles. Una hipótesis próxima a la superstición, pero cuyo éxito está garantizado por la identificación que produce en las filas de los sucesores de Manolo el del Bombo: aquellos ciudadanos afectados por lo que los psicoanalistas llaman narcisismo colectivo y que han pasado de gritar "somos los mejores" a proclamar que nadie puede ser peor que nosotros. Siendo tal vez lo más chocante que esos profetas del desastre nacional acaben considerando como un mérito personal suyo el cumplimiento de tales augurios.

El responsable de la Comisión del Quinto Centenario, Luis Yáñez, participa en el fondo de esa mentalidad: "Si el barco llega a flotar", ha declarado, "seguro que nadie se acuerda de mí para felicitarme". Añadiendo que está "encantado" de ser protagonista de las letrillas del carnaval. "Soy un encajador", ha confesado. Pero de incapacidad congénita, nada. Más bien adquirida.

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