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La movilización negra derrotó al ex miembro del Ku-Klux-Klan David Duke en Luisiana

Antonio Caño

En el país exclusivamente blanco con el que ha soñado, el candidato David Duke hubiera ganado las elecciones del sábado. Pero la masiva participación de la población negra, sin precedentes en la historia de Luisiana, y la movilización de las principales fuerzas de la sociedad permitieron a Edwin Edwards, un populista con pasado corrupto, ganar por cuarta vez el puesto de gobernador en este Estado del deprimido sur de Estados Unidos. Esta derrota, sin embargo, no es el fin de Duke, que ha anunciado que su campaña en la política norteamericana "no ha hecho más que empezar".

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Luisiana reaccionó a la llamada del miedo. Duke, un político ultraderechista que vistió el uniforme nazi y el del Ku Klux Klan (KKK), fue derrotado por un amplio margen de 22 puntos Pero ahí queda el dato preocupante de que el 55% por la población blanca de Luisiana votó a su favor. Fue el voto del 96% de los negros lo que permitió a Edwards obtener finalmente la victoria por el 61%.Cuando a las ocho de la noche se conoció el primer sondeo que aseguraba la derrota de Duke, la música cajun inundó las calles de Nueva Orleans. Los negros festejaron con pasión el final de una amenaza contra las conquistas alcanzadas durante décadas de lucha por la igualdad racial. "Nunca en mi vida había sentido tan cerca el miedo del que me habían hablado mis padres y mis abuelos", comentó un joven de color que se gana la vida en un aparcamiento del barrio francés.

Cientos de personas se concentraron en las puertas de un hotel del centro de la ciudad para aclamar a Edwards, que se ha convertido en símbolo de los valores del sistema frente a la ruptura propuesta por Duke. Allí estaban los saxofonistas de jazz compartiendo la alegría con todas las fuerzas vivas del Estado: representantes, senadores, hombres de negocios y activistas llegados desde diferentes puntos del país para ayudar a frenar a Duke.

A ochenta kilómetros, en otro hotel de la ciudad de Baton Rouge, la capital administrativa del Estado, varios centenares más de personas se concentraban junto a su líder derrotado para respaldar sus ideas y hacer planes para el futuro. "Esta campaña no ha terminado. Al contrario, esta campaña no ha hecho más que empezar", dijo Duke. "Hemos perdido", admitió el candidato republicano, "pero el mensaje. que llevamos ha sonado alto y claro a través de Luisiana y de todo el país".

David Duke no quiso anunciar sus planes para el futuro, pero se da por seguro que concurrirá a las próximas elecciones nacionales. Sus asesores mencionan la posibilidad de que Duke, registrado como republicano desde 1988, desafíe a George Bush en las primarias de su partido el año próximo con el fin de alcanzar notoriedad suficiente para aspirar después a un puesto en el Senado.

Duke es ya, de hecho, una figura nacional. Las encuestas demuestran que el 58% de los norteamericanos sabe de él lo suficiente como para tener una opinión. Gracias a sus continuas apariciones en los principales espacios de la televisión, es más conocido en la actualidad que cualquiera de los candidatos demócratas a la presidencia. A su campaña para gobernador han contribuido económicamente seguidores de 46 Estados de la nación.

Son contribuciones, sin embargo, de gente modesta. Duke no ha conseguido penetrar en el sistema y hacerse suficientemente respetable para obtener fondos de las principales organizaciones del país.

Arrastre personal

Esto ha sido fundamental para su derrota en Luisiana, pero al mismo tiempo demuestra su gran arrastre personal y el de la ideología que representa. Duke está donde está a pesar de la Casa Blanca, del Congreso, de los medios de comunicación, de los empresarios, de todas las organizaciones ciudadanas con excepción del KKK, que ha prometido seguirle ayudando en su carrera futura.

Diciendo simplemente que "el sistema de asistencia social sólo ha provocado crimen y drogas", Duke se ha convertido en una alternativa que aspira a tener presencia nacional a corto plazo. Cuenta a su favor con el hecho de que Edwards simboliza, una política desgastada. El 62% de las personas que votaron por él lo hicieron a pesar de que están convencidas de que es un corrupto. En pocos meses muchos de ellos pueden arrepentirse de haberlo hecho, por más que Edwards ha prometido enmendar sus viejos hábitos y disociar su nombre del juego, las mujeres y otras corruptelas.

El principal trabajo para Duke será ahora convencer a la opinión pública de que realmente está arrepentido de su pasado nazi y racista. Si lo consigue, una nueva fuerza de extrema derecha puede haber nacido a orillas del Misisipí.

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