Éxito

Hay que ver lo bien que nos ha salido la Conferencia de Paz. En un récord de tiempo hemos sido capaces de montar este inmenso tinglado: un milagro de seguridad, un birlibirloque de comunicaciones y un verdadero derroche de bocadillos.Pero hay una pregunta que me corroe el ánimo: ¿cómo es posible que en 10 días seamos capaces de sacar adelante, con perfección sublime, un cirio tan tremendo, mientras que en la vida cotidiana pueden pasar.10 años sin que funcione nada? Es decir, ¿por qué el teléfono hace continuamente gorgoritos, se corta y se bloquea, cuando la cumbre ha demostrado que sabemos establecer en pocas horas un sistema de comunicación maravilloso? ¿0 por qué los trenes salen siempre siete horas más tarde pero organizamos el complicadísimo encuentro de Madrid tan puntualmente? En suma, ¿por qué en el día a día todo se tuerce, todo se retrasa, todo se paraliza, mientras que, sometidos a una presión casi insufrible, hacemos este grandioso alarde de poderío?
La cumbre ha demostrado que sabemos y que podemos; luego, si esta sociedad sigue siendo la apoteosis de la chapuza, ha de ser por fuerza porque no queremos. Quizá sea una cuestión de vaguería innata, una larga tradición de escaquearse; o la envidia y la mala leche propias de esta tierra: trabajas mal para fastidiar a Pepe, tu jefe inmediato; o el amiguismo y el choriceo endémicos: contratas como proveedor a tu cuñado Paco, que además de ser un inútil cobra el doble porque te tiene que pagar a ti un buen pellizco. Quizá sea, en fin, la suma de todos estos factores, más alguna otra canallada en la que ahora no caigo. En la cumbre, que es un esfuerzo único y urgente, estas mañas nacionales quedaron en suspenso momentáneamente, y por eso funcionaron las cosas. Pensando todo esto dan ganas de llorar por lo bien que ha salido.
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