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Estocada a los prejuicios

Cristina Sánchez, primera de su promoción de la Escuela de Tauromaquia de Madrid

Los padres de Cristina Sánchez se quedaron de piedra cuando su hija les dijo que dejaba de ser oficinista para dedicarse a los toros. Su padre, banderillero, se lo prohibió terminantemente, y a su madre le costó más de una lágrima. Dos años después, esta joven de Parla ha sido la triunfadora de su promoción de la Escuela de Tauromaquia de Madrid y ha perdido la cuenta de las orejas que corto esta temporada. Ahora, Sánchez es el banderillero más orgulloso de la cuadrilla de su hija.

Tiene 19 años y un cuerpo que parecería más adecuado para la barra de ballet que para la arena de las plazas pequeñas en las que se foguean los jóvenes novilleros. Esta temporada ha toreado en 41 novilladas sin caballos -la última, el domingo en Morata de Tajuña junto al cura torero- y, según ella, nunca ha tenido una tarde mala de solemnidad. "Sólo una vez, que me salió un novillo enorme, casi un toro, que no se paraba y escarbaba y me miraba mal. Además había un espectador en la plaza que la tomó conmigo", explica riendo. "Luego maté bastante bien y busqué al tío con la mirada para hacerle un desplante. Le habría tirado la espada a la cabeza".Pese a esta experiencia, Cristina asegura que su condición femenina no le ha ocasionado demasiados problemas en un mundo que ella describe como "un poco machista". "Me imagino que a los hombres no les gusta nada que una mujer les coma el terreno, y sé que ha habido toreras que lo han pasado mal porque han ido a cortarles la cabeza". Reconoce que ser mujer puede tener sus ventajas: "A los que organizan los festejos les parece una novedad que haya una chica y eso puede suponer que te contraten más que a los chicos".'El pellizco'

Cristina Sánchez tiene otras tres companeras en la escuela de Tauromaquia de Madrid, a la que asisten más de un centenar de alumnos. Su profesor, el ex torero Macareno, dice que las mejores cualidades de Cristina son el valor y ese algo indefinible que los taurinos llaman pellizco. "Como más a gusto me encuentro es toreando de muleta", dice. Con la espada aún no ha "encontrado su sitio", y pasará el invierno perfeccionando la ejecución de la suerte suprema.

Antes de 1992, Cristina representará a la Escuela de Madrid en el concurso de escuelas taurinas que se celebrará en Nimes (Francia), y luego, hará las Américas, en un festival taurino en Cali (Colombia).

Los ídolos de Cristina son Curro Vázquez y Julio Robles. Su sueño, tomar la alternativa en Las Ventas. "Sería la primera mujer en conseguirlo", dice con firmeza esta joven decidida a triunfar en las suertes de parar, templar, mandar y ligar... en la plaza. "Para ligar en otros sitios no tengo tiempo", dice riendo.

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¿El miedo? "Siempre lo tienes, pero la afición es más fuerte". Hasta ahora sólo ha sufrido un par de revolcones y volteretas. Cristina se santigua antes de salir al ruedo: "No llevo conmigo imágenes ni estampas como hacen muchos toreros. Rezo a mi manera y me concentro cuando me estoy vistiendo de luces. En ese momento sólo dejo que esté conmigo mi mozo de espadas".

Como casi todos los toreros, Cristina es incapaz de definir lo que siente en la arena: "Cuando estás bien con el toro es algo indescriptible. Eres uno con él. Yo no sé si se podría definir como algo sexual, que es lo que dicen muchos de mis compañeros. Lo que es seguro es que, por ser mujer, no es menos maravilloso".

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