Orson Welles, una vida inventada
La biografía de Orson Welles es el mejor ejemplo de hasta qué punto es inmerecida la mitificación del cine de Hollywood. Welles es uno de los pocos genios que pasó por la meca del cine y que se atrevió a ejercer de tal. Es obvio que el cine norteamericano se ha nutrido de grandes talentos, pero con la condición de que, una vez llegados a la fábrica de sueños, evidenciasen lo menos posible lo que llevaban en sus tripas. Con el oficio bastaba.
Welles nació en Kenosha (Wisconsin) en 1915, y a los 11 años ya jugaba con Shakespeare, dirigiendo e interpretando sus piezas en la escuela. A los 16, en Irlanda, es actor profesional y camufla su edad. A los 20 dirige teatro en Nueva York y con varios amigos crea el Mercury Theatre y adapta decenas de obras para la radio. El 30 de octubre de 1938, una de estas adaptaciones, La guerra de los mundos, que narra la invasión de la tierra por los marcianos, crea una ola de pánico entre radioyentes demasiado crédulos. Welles salta a la fama y firma un contrato con la RKO. En 1940 estrena su primera película, nada más y nada menos que Citizen Kane (Ciudadano Kane), inspirada en el magnate de la prensa V. R. Hearst. La prensa y los circuitos de exhibición boicotean el filme, que es un fiasco comercial. Cincuenta años más tarde, Citizen Kane se ha repuesto una y otra vez convirtiéndose en la cinta más rentable de toda la historia de la RKO. En 1941 acaba The magnificent Ambersons una obra maestra que sufre un remontaje parcial y es cortada por la productora. Welles va a convertirse en el más célebre de los cineastas malditos. No puede acabar It's all true, se embarca como actor en cintas de segunda fila y dirige con presupuestos ridículos pero con resultados impresionantes, Macbeth y Otello, ganando con esta última la Palma de Oro en Cannes de 1952 bajo bandera... ¡marroquí!
Después de una década larga de exilio europeo, de convertirse en el mejor malvado de la historia del cine en El tercer hombre y de transformarse casi en español de adopción, Orson Welles regresa a Hollywood para rodar un plano secuencia de pesadilla, el que abre Touch of evil (Sed de mal). Los productores, una vez más, manipulan su trabajo y Welles se va para rodar en Yugoslavia, Francia o España adaptando Kafka, Dinesen o Shakespeare.
Durante años rueda, al margen de la industria, con sus amigos y para satisfacción de su fantasía barroca, películas que no acaba o que desaparecen. Hace publicidad, engorda, su sola presencia en pantalla confiere magia a una película y él y los productores abusan de ello. Es un personaje, todos le consideran un genio, pero el montaje de los filmes se eterniza en sus manos. Welles no quiere acabar las películas. Campanadas a medianoche le es arrancada de las manos. En 1972 presenta Question mark, un ensayo-divertimento en el que reflexiona sobre su oficio, sobre el arte y los artistas. El 10 de octubre de 1985 muere en Los Ángeles y deja tras sí trabajos inacabados, entre ellos una versión muy libre de Don Quijote, y múltiples destellos de un genio multiforme que no servía para la producción en cadena.
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