Ser polaco en Lituania
Una minoría que se niega a declarar su lealtad al nuevo Estado
"Aquí, afortunadamente, no habrá un segundo Nagorno-Karabaj, pero sí existe el peligro de que los polacos y los rusoparlantes se encierren en guetos", afirma el diputado del Parlamento lituano Nikolái Medvedev, de origen ruso. De hecho, una gran mayoría de la población polaca residente en Lituania, unas 280.000 personas -un 7% de los habitantes de Lituania-, se niega a prestar la declaración de lealtad al Estado, necesaria para obtener la ciudadanía, que a su vez se precisa para participar en la reprivatización del patrimonio nacional y, para votar en las próximas elecciones.
Para Vitautas Landsbergis presidente del Parlamento lituano, "el problema polaco no tiene nada de especial". Hace 10 días, Landsbergis sugirió en una carta al líder polaco, Lech Walesa, que la legislación sobre la ciudadanía, contestada por los polacos de Lituania, se modificaría. No obstante, respondiendo a EL PAÍS, el máximo líder lituano afirma que "no puede pronosticar qué cambios serán ni cuándo los debatirá el Parlamento".Para la minoría polaca el problema es vital. Si no firman la declaración serán "unos ciudadanos de segunda", en palabras de tres maestras de la escuela de Soleczniki, la principal localidad de una región habitada en un 80% por polacos.
Para los compatriotas de Walesa, Soleczniki es el símbolo de la resistencia nacional contra la lituanización. Para los lituanos, en cambio, es el centro del bolchevismo, en el que hubo que disolver el Ayuntamiento hace un mes porque apoyó el golpe de Moscú y antes no se había subordinado a la legislación lituana.
"Uno de los suyos"
Una joven dependienta de la tienda de comestibles en Soleczniki, polaca de origen, afirma tener miedo a los lituanos. Cuando se la pregunta por qué, primero no sabe contestar y luego explica que a muchos polacos se les echó del trabajo. No sabe, sin embargo, dar más que un ejemplo, el del chófer del antiguo presidente del consejo municipal que el día del golpe en Moscú dejó izar en el mástil del Ayuntamiento la bandera roja de la URSS. Helena, maestra en la escuela polaco-rusa, en la que este año hay cuatro clases de primer grado con lengua polaca, tiene miedo a que pronto los lituanos pongan a "uno de los suyos" como director del centro. A la primera este miedo le parece irracional, pero Czeslaw Okinczyc, diputado del Parlamento por la fracción polaca, conocido como un moderado, cita 40 ejemplos de funcionarios de origen polaco despedidos y sustituidos por lituanos durante las pasadas semanas.Para Irina, también de Soleczniki, pero rusa, la postura de los polacos es "una exageración". "Cómo es posible que no enseñen a sus hijos el lituano, idioma de nuestra patria común", se pregunta, idioma que será el único oficial dentro de tres años.
Ludwig Malkiewicz ya no tiene problemas con los hijos. A sus 83 años sólo quiere "morir como polaco". Ahora, en su pasaporte soviético figura esta nacionalidad. Teme que los nuevos documentos de Vilna le hagan lituano. Para él, como para muchos otros polacos sovietizados, la única prueba de ser polaco es la de tenerlo confirmado en un documento, con un sello oficial a ser posible.
Estatuto especial
Algunos políticos polacos de pasado comunista, como Stanislaw Pieszko, no dudan en capitalizar las preocupaciones de sus compatriotas. Pieszko postula la creación de "una región autónoma polaca" cuyo Parlamento local pudiera tener el derecho de veto contra las leyes de las Cortes de Vilna. Okinczyc no comparte este criterio radical, pero recuerda que en enero pasado el Parlamento lituano prometió un estatuto especial para las regiones habitadas mayoritariamente por polacos, promesa que luego nunca cumplió. Este parlamentario cree que la única manera de acabar con la actual crisis en las relaciones polaco-lituanas es la de renunciar a la humillante declaración de lealtad y permitir elecciones libres en las dos regiones polacas gobernadas ahora por comisarios lituanos.
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