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Las musas vuelven al 'cole'

El Círculo de Bellas Artes reanuda su marcha con talleres, cursos, exposiciones y coloquios

Para este curso que empieza, el Círculo de Bellas Artes ha pensado tirar la casa por la ventana, o, mejor aún, por la increíble terraza de 2.000 metros cuadrados. Ésa que adoran los fotógrafos profesionales y quienes quieren ver Madrid desde la perspectiva del vértigo. Aquella entidad cultural que nació en 1880 y vivió hasta 1926 en un pequeño local de la calle del Barquillo, reanuda cursos, coloquios, talleres y conferencias, exposiciones, bailes, con un montón de planes para seguir creciendo.

Es un edificio de 14.500 metros cuadrados que limita al norte con el cielo y al sur con una acogedora cafetería que todo Madrid llama La Pecera. Mayor aún que el Museo del Prado, puede crecer todavía, en cuanto recupere de sus propias entrañas otros 200 metros cuadrados en forma de salón que hasta ahora utilizaba la compañía Iberia y que se convertirán en un lugar muy especial, un restaurante de comidas rápidas y horario amplio con librería especializada en arte y revistas de vanguardia.Su fachada, ¡por fin!, será aseada y puesta en orden gracias a los 60 millones de pesetas que aporta el Instituto de Restauración y Conservación, y la sala Fernando de Rojas se convertirá en un teatro en toda regla.

Lejos de lo que muchos pudieran pensar, "el Círculo no es una entidad ni mucho menos elitista", explica su director, Enrique Baquedano. "Hacerse socio cuesta 500 pesetas y una cuota mensual de 1.000. No se precisan avales ni cartas de presentación. En la actualidad tenemos 5.600 socios, que cada cuatro años eligen democráticamente a la junta directiva, de 17 miembros. Ahí están desde los veteranos Juan Genovés y Basillo Martín Patiño hasta Caballero Bonald, Carlos Tena, Fernando Delgado o Fanny Rubio".

Enseñanza socrática

Enrique Baquedano puede presumir, y presume, de sus ojitos derechos, los Talleres de Arte Actual, que este año se quieren poner en marcha este mismo mes, aunque no empiezan a realizarse en la práctica hasta enero. Si Penagos, Bartolozzi o Ysern fueron figuras de antaño, los grandes de la pintura contemporánea se hacen maestros, que no profesores, para intercambiar más que enseñar a un grupo de discípulos, que no es lo mismo que alumnos.Animado por una experiencia similar en Chicago, el pintor Chema Cobo debutará en Madrid junto al grupo que se matricule para trabajar con él. "La idea me gusta porque a los artistas, tradicionalmente encerrados en el papel impreso, nos acerca hasta otros que lo son en potencia y que pueden comprobar cómo los pintores somos de carne y hueso. Es un intercambio de experiencias y al final ganamos todos, acabamos siendo amigos. Me gustará tocar tierra, ver cómo era yo hace 15 años".

Además de Chema Cobo, más pinceles en estos talleres: Manolo Quejido, José Hernández, Lucio Muñoz... o el neoyorquino Julian Schnabel, que impartió sus clases en pijama. "Menos Tàpies, te diría que han pasado casi todos".

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Con el otoño encima, el Círculo de Bellas Artes ya tiene abierta la exposición del Foto World Press o jóvenes valores de la cámara en la sala Minerva. Posteriormente llegará el teatro de García Lorca, jóvenes creadores griegos, 19 propuestas de artes plásticas o una semana entera de encuentros con John Cage, en los que participará el compositor.

Como hacían nuestras abuelas, Mario Merlino y Clara Obligado enseñan a escribir y a imaginar. Juan Carlos Suñén y Vicente Molina Foix protagonizan veladas poéticas. Manel Exclusa llevará temas fotográficos. Y habrá discípulos, que no alumnos, como Esperanza López, licenciada en filología hispánica, asidua a cursos teóricos de literatura que le ayudan "a completar la enseñanza universitaria". "Pienso matricularme también este año", explica Esperanza, "pero sé que hay muy pocas plazas. El precio está muy bien, entre 3.000 y 8.000 pesetas, según el número de clases. ¿La experiencia? Absolutamente positiva".

La guerra del Golfo anuló el último baile de máscaras, una dé las más divertidas fiestas de la entidad. Una noche loca donde la escalera principal es la estrella que se ve, y los recodos, las madres de todas las ocultas diversiones.

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