Votar sobre seguro
LA VICTORIA del primer ministro Aníbal Cavaco Sil va en las elecciones generales celebradas en Portugal el pasado domingo no sólo confirma todos los pronósticos, sino que indica hasta qué punto la opción de su Partido Social Demócrata (PSD) está firmemente consolidada. Repetir el porcentaje de votos (50,4%) de hace cuatro años sin que sea apreciable la erosión que, en condiciones normales, debería producir el ejercicio del poder indica que el PSD ha llegado a consolidar su ocupación de un espacio amplísimo en el espectro político del país. Se trata de una implantación que, por una parte, probablemente excede con creces los límites ideológicos -en todo caso, bastante imprecisos- de la parroquia propia. Por otra, viene a significar casi la institucionalización de una forma de hacer política. Finalmente, responde a una situación económica favorable: el crecimiento sostenido por encima del 4% del que se ha beneficiado Portugal en los últimos años ha sido un poderoso incentivo de voto, incluso si en estos momentos empieza a apreciarse algún síntoma de sobrecalentamiento de la economía que podría crear dificultades en los próximos meses. Otro factor explica la reelección de Cavaco Silva: el hecho de que la próxima presidencia semestral de la CE -a partir del 1 de enero de 1992- corresponda a Portugal. Hace seis años, recién ingresado en la Europa de los Doce, el Gobierno de Lisboa renunció a su turno de presidencia con el bien fundado y valiente argumento de que no se encontraba preparado para una tarea tan compleja y delicada. Ahora, la estabilidad del país, la consolidación de los conservadores y la buena marcha de la economía justifican la asunción de una presidencia comunitaria en un momento especialmente importante para la marcha de la unidad europea. Los electores portugueses, confirmando la creciente tendencia de su país a la asepsia ideológica, se han inclinado por confirmar un valor que consideran seguro y bien rodado. En cierto modo, los comicios del domingo recuerdan, mutatis mutandis, la evolución de la situación política en España. No se trata solamente de que en uno y otro país existe un partido de amplísima base, sólidamente instaurado en el centro del espectro político. Se comprueba, por otra parte, que partidos minoritarios que, como el comunista, han tenido fuerte implantación e influencia en el acontecer político de Portugal y España pierden aceleradamente apoyo e identidad ideológica. En Portugal, la Coalición Democrática Unitaria (CDU) -comunista- se aproxima peligrosamente a la extinción, en parte por inflexibilidad en el mantenimiento de unos principios difícilmente defendibles. Ha perdido cuatro puntos con relación a los anteriores comicios y queda en un escaso 9%. Lo mismo puede decirse del Centro Democrático Social (CDS) de Diogo Freitas do Amaral, que se mantiene en un 4,4%.Sin descontar la importancia de la creciente abstención del electorado (casi el 32%) -un fenómeno que es común, a muchos de los países de la CE-, la novedad absoluta y significativa de los comicios portugueses del domingo fue la elección de un diputado por un nuevo Partido de la Solidaridad Nacional, cuyo programa defiende a la tercera edad. Se trata de una nueva bandera de preocupación sociológica similar a la que hace años levantaron los ecologistas.
Por su parte, los socialistas de Jorge Sampaio, aun obteniendo resultados favorables (un incremento de seis puntos que les sitúa cerca del 30%)- no han conseguido estorbar la victoria del PSD. No han llegado al número de escaños necesario para forzar un Gobierno de coalición, lo que, de todos modos, habría provocado la dimisión del primer ministro y su alejamiento del poder por voluntad propia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.