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Reportaje:

El síndrome de aturdimiento

Los defensores del boxeo retan a sus críticos á que den el nombre de un boxeador de los tiempos modernos que padezca el síndrome de aturdimiento. Es una estratagema segura. Cualquiera al que se acusase públicamente de padecerlo podría querellarse basándose en que los patrones se negarían a contratar a alguien cuya conducta resultara impredecible. No obstante, nadie del ambiente pugilístico puede afirmar bajo juramento que no ha visto nunca a un hombre mayor arrastrando los pies por los vestuarios esperando unos duros por llevar las bolsas de los jóvenes prometedores.Aquéllos sostienen que, si se condenase el boxeo a la ilegalidad, aumentarían los combates no autorizados. Es cierto. Pero se procesaría a quienes tomasen parte en ellos -las peleas de perros siguen existiendo, pero son muchas menos que si estuviesen permitidas-. Incluso los enfrentamientos auspiciados por el Comité de Control de la Federación Británica son de dudosa legalidad, aunque la situación no es clara. Después de todo, los púgiles someten al oponente a un daño importante siempre que pueden y el doctor Harvey dijo en La bolsa que todo k. o. implica un riesgo de lesión cerebral.

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Un juego llamado "hemorragia cerebral"

Guiones para disimular

Quienes tienen intereses económicos en el boxeo suelen referirse a los que han participado en decenas de combates y recibido cientos de golpes fuertes y no muestran ningún síntoma de problemas mentales. También es cierto. Pero no hay dos seres humanos idénticos. Si encaja de modo ajustado en el cráneo, el cerebro se moverá al unísono con la caja y el daño será mínimo. Si lo hace holgadamente, se golpeará contra ella cuando la cabeza gire tras un impacto directo. Por tanto, no es sorprendente que uno se mantenga aparentemente indemne mientras que otro termina en un hospital. Afirmar que el aturdimiento no existe porque algunos púgiles no ofrecen signos de lesiones cerebra les es tan ilógico como asegurar que el tabaco no perjudica la salud sólo porque hay fumadores lon gevos.¿Pero cómo se le puede advertir a un quinceafiero lleno de expectativas de que puede estar sonado a los 60 años? He conocido muchos boxeadores que lo han estado. Algunos, en los primeros momentos de su deterioro mental, disimulan dirigiendo la conversación hacia temas para los que han ensayado un guión previo. Investigadores de la encefalopatía postraumática han observado la reiteración de expresiones y anécdotas, un uso inteligente de las capacidades que quedan y que pueden permitir con bastante seguridad enmascarar la lesión que se padece. Sin embargo, invariablemente, con la edad, conforme el suministro de sangre al cerebro se hace menos eficaz, los síntomas terminarán surgiendo.

Tony van den Bergh es escritor. Fue inspector en el Comité de Control de la Federación Británica de Boxeo. Su últímo libro es ¿Quién mató a Freddie Mills? (Constable and Co.). Copyright The Independent.

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