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Tribuna
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Sin Dios

La brillante frase de Virgilio Zapatero, ministro de Relaciones con las Cortes ("se debe gobernar como si Dios no existiera") ha suscitado una apasionada división de opiniones. La cuestión de fondo es si Dios verdaderamente existe. Muchos son los paganos -según afirma el Papa, que anda soliviantado por eso-, ni pocos los agnósticos, bastantes los ateos, mas no faltan aquellos que de la existencia de Dios dicen poseer pruebas fehacientes, y aun hay otros que las tienen barruntativas.Estos últimos se guían por la lógica, y sostienen que sólo creyendo en los santos, en las Vírgenes, en el mismísimo Dios y en sus milagros se puede entender cómo algunos han podido llegar a ministros (y a directores generales, no digamos).

Esta taumaturgia no es nueva, desde luego. Ya se daba en época de Franco, y formaba parte consustancial del sistema. El propio Franco era Caudillo de España por la Gracia de Dios, y además custodiaba en su despacho el brazo de santa Teresa, por si en un momento dado necesitaba refuerzos. Ahora bien, que siga produciéndose en un Estado aconfesional, induce a la meditación profunda. Quién sabe si , en el fondo, los designios divinos están puestos en un retorno a los viejos tiempos, y el Señor, que suele escribir recto con los renglones torcidos, se dedica a infiltrar inútiles en los gabinetes ministeriales para ir enredando.

Claro que todo esto sólo es una especulación -por supuesto, sin ninguna pretensión científica-, pues a lo mejor Dios no existe. En cambio, quienes creen en Dios sí existen, puede que constituyan mayoría, y no admiten reservas de ningún tipo respecto a su fe. De donde se deduce que gobernar como si Dios no existiera acaso sea una realista actitud; pero gobernar Como si los que creen en Dios no existieran es un error de cálculo y una solemne tontería.

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