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Entre anorexias y diuréticos

En la atracción por la gimnasia también está el riesgo. Un deporte que tradicionalmente parecía el más apropiado para la mujer puede convertirse en un arma muy peligrosa. En un país donde el deporte femenino ha sido un solar hasta hace muy pocos años, entraba dentro de la lógica que una modalidad adecuada era la gimnasia. Al principio fue la deportiva o artística, la de aparatos, la clásica. Después, cuando el aumento del riesgo en los ejercicios empezó a dejar claro que el precio podía ser muy caro, apareció la rítmica, teóricamente angelical, plástica y prácticamente sin peligro de lesiones. Pero la dura realidad de la élite, del llegar a ser la mejor, ha desmitificado incluso el segundo paraíso gimnástico.La palabra anorexia le sonó a mucha gente por primera vez con el caso Marta Bobo. La mejor gimnasta rítmica a principios de los años ochenta sufrió este síndrome psiquiátrico que afecta sobre todo a mujeres jóvenes y caracterizado por un rechazo a la ingestión de comida, lo que lleva a un rápido enflaquecimiento. Ella misma reconoció la carga de hasta ocho horas diarias de entrenamiento desde los 12 años y la angustia de la alta competición: "Sí, en ocasiones puede ser malo, porque te obsesionas demasiado y te perjudicas a ti misma. Si te exiges demasiado puedes llegar a autodestruirte". Era en 1984, cuando en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, las dos Martas, ella y Cantón, acabaron mal y llorando como dos Magdalenas. Bobo, con 18 años, medía 1,57 y pesaba 34 kilos. Sobrevivía a la responsabilidad casi sólo con vitaminas.

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Los dos extremos

Marta Bobo estuvo en un extremo, e incluso sufrió la angustía de tener que engordar. Pero la mayoría ha estadó en el punto contrario, en el morbo de tener que adelgazar para guardar la línea. Eso que en la gimnasia de aparatos, más potente, es menos importante, en la rítmica supone toda una zozobra.

Antes de los Juegos de Seúl, en 1988, Arancha Villar fue excluida de la selección olímpica y en su despecho denunció el uso de diuréticos, que luego se volvió contra ella. El entonces médico de la federación, Luis González Lago, replicó que había sido la única en tomarlos, recetados bajo secreto por el también médico Eufemiano Fuentes. Sin embargo, el padre de Arancha, Joaquín Villar, exculpó posteriormente a Fuentes, implicado en varias ocasiones en casos de dopaje, y acusó sólo a su hija.

La obsesión por adelgazar viene de muy atrás. Susana Mendizábal, una de las figuras que ha tenido España, lo comprobó en su momento: "Algunas gimnastas llegaban incluso a provocarse el vómito metiéndose los dedos en la boca". La gimnasia no escapa al morbo del deporte de élite.

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