Edberg ,un 'número uno' con estilo clásico
C. L. SMITH MUÑIZ, La victoria arrolladora del sueco Stefan Edberg (2º cabeza de serie) el domingo en la final del Open de Estados Unidos confirma rotundamente su regreso a la cabeza de la clasificación mundial. Y en buena hora, porque el tenis corre el peligro de convertirse en un deporte de jóvenes que sólo saben jugar a palo limpio. Hacen falta más Edberg, un jugador de 25 años con un estilo que es a la vez elegante y agresivo, clásico y completo.
Su rival el domingo, la revelación norteamericana de 21 años Jim Courier (41), campeón de Roland Garros, tan sólo ganó nueve puntos en el último set y cayó estrepitosamente por 6-2, 6-4 y 6-0. Posiblemente, el único momento triunfador para el norteamericano fue cuando consiguió colocar su raqueta de pie en el suelo en un acto de frustración."Fue casi un sueño", afirmó Edberg. "Mientras más jugaba mejor me encontraba. Me sentía capaz de hacer cualquier cosa. Es fantástico jugar tan buen partido de tres sets en una final de Grand Slam sin perder la concentración en ningún momento", señaló.
Calor
Edberg, que prefiere hacer el papel de sueco frío, celebró con calor la victoria. Levantó los puños y después de darle la mano al árbitro corrió al otro extremo de la cancha para abrazar a su prometida. El tenis cambia de cara, pero los mejores jugadores son los que mantienen la tradición.
Si Edberg no ganaba un punto con su servicio lo hacía en el golpe siguiente con una volea. Consiguió 18 de sus puntos subiendo a la red y si algún momento simboliza todo el partido fue en el sexto juego del segundo set cuando. Edberg servía con un parcial de 3-2 y 40-30. Edberg pegó una derecha profunda y Courier respondió con un revés con todas sus fuerzas. "Le di con todas mis ganas y se la coloqué justo a sus pies", recordó Courier. Edberg tan sólo bajó la raqueta e hizo un revés de volea que fue en dirección contraria de Courier y botó justo en la línea. "Fue uno de esos golpes que le puedes ver a Rod Laver en las películas hace 20 años", dijo Courier. "Tan sólo pude decir guau. Me fijé en que un hombre en las tribunas me miraba y le dije:'¡Qué se le va a hacer!".
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