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NECROLÓGICAS

Angel Espadas Moncalvillo realizador de televisión

El lunes pasado falleció en Madrid, a los 45 años, Ángel Espadas, realizador de televisión. Recuerdo que Ángel nos contaba cómo había conseguido hacer olvidar a Miguel de la Quadra que estaba en directo. Realizaba En paralelo, un programa que se hacía simultáneamente en dos estudios, y movió las cámaras de tal forma que sorprendió a un veterano. Al fin, Miguel tuvo que decir: "Pero bueno, esto no puede ser verdad, que alguien me confirme que estamos en el aire".Buscaba, para retratar, el lado más auténtico. Quería dar la vuelta al espejo para enseñarnos la parte de atrás. Porque hay quien cree que esto de la televisión es un ya inventado, pero Angel estaba entre los que piensan que es una estupenda historia todavía por descubrir.

¿Y en aquel reportaje sobre ese pianista que toca todas las noches, salvo los martes, desde hace 45 años en el mismo local? Logró, con Juan Contreras, que llevaba la cámara, algo casi imposible. Nunca hemos visto nada tan parecido al cine en un soporte de vídeo.

Después supimos que muchas noches iba a sentar su soledad junto a aquel pianista. Ya sospechábamos que volvía, para vivir de verdad, junto a los personajes de sus personajes.

Y es que detrás de las cámaras de televisión, fijos en los monitores de los estudios, moviendo arriba y abajo las regletas, no hay más que corazones. Corazones que palidecen con las noticias o que laten con el pulso de una palabra, de un sentimiento, de una imagen. Son esforzados corredores de fondo en una carrera que nunca acaba, porque cada minuto vuelve a empezar.

Y en esa apasionada labor de pintar el mundo ha y quien decide creerse genio o quien escoge ser, en el más amplio sentido de la palabra, un hombre bueno.

Como muchos otros hombres buenos, se debatía hace tiempo en un duro pulso con la vida. Ahora seguro que prepara películas con su ídolo Buster Keaton. Mientras, a sus amigos de Televisión Española, a su familia, a su hija, nos ha dejado la sensación de que, aunque sea con sueños electrónicos, sigue mereciendo la pena soñar. Gracias, Ángel. Descansa en paz.

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