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LA AUTOVÍA DE LA POLÉMICA

El pacto de Ajuria Enea corre el riesgo de romperse

ETA cosechó un gran triunfo en 1983 al imponer por las armas la paralización de Lemóniz. Ocho años después puede conseguir algo aún más sorprendente, eludir una derrota cantada en su intento de paralizar las obras de la autovía del Leizarán. Una derrota inevitable si no se abre una salida "honrosa" que le permita abandonar este frente, donde ya está condenada a perder, y concentrarse en otros de más interés. El pacto de Ajuria Enea corre el riesgo de romperse y dejar un sabor amargo en una sociedad que apoyó el trazado.

La gran diferencia entre el viejo y el nuevo Lemóniz es el papel de la opinión pública y el grado mayor de compromiso de los vascos frente a la violencia. En el caso de la central nuclear, la mayoría se oponía a su construcción y la interpretaban como una imposición. La mayoría, en cambio, respalda ahora la autovía y la considera necesaria.Esta diferencia ha tenido reflejo en los hechos. Más del 80% de los ayuntamientos de Euskadi se han pronunciado a favor de la vía de comunicación con la Comunidad Foral de Navarra. En febrero pasado, decenas de miles de personas se manifestaron en su defensa por San Sebastián, atendiendo el llamamiento de los partidos del pacto de Ajuria Enea.

Un sector de la Coordinadora Antiautovía abandonó este organismo cuando ETA irrumpió con amenazas de muerte, que luego ha llevado a la práctica. La retirada de los opositores de sensibilidad ecologista pero no dispuestos a servir de pretexto al lenguaje de las armas privó a la coordinadora de todo interés social ajeno a la simetría de su oposición a la carretera con un objetivo "militar" de la organización terrorista.

Las fuerzas políticas de Guipúzcoa, con, la única excepción de Herri Batasuna (HB), ausente por propia voluntad de los foros parlamentarios, adoptó la estrategia del consenso. Todas las decisiones del anterior equipo de gobierno foral, integrado por una coalición entre Eusko Alkartasuna (EA) y Euskadiko Ezkerra (EE), han sido consultadas antes con los restantes partidos.

Esta práctica se extendió a la polémica adjudicación de la primera fase de las obras por el anterior diputado general, Imanol Murua (EA), en plena campaña electoral. Aunque en este caso no hubo consenso y sí fuertes críticas, Murua no hizo más que elegir un momento Polémico para ejecutar una decisión aprobada antes por unanimidad en las Juntas Generales.

El anterior equipo de gobierno rechazó el diálogo con Lurraldea, desde que ETA hizo públicas sus amenazas de muerte, mientras la coordinadora antlautovía no condenara las acciones terroristas. Todo este bagaje anterior, respaldado siempre por el consenso de los demás partidos, parece haber quedado en un armarlo con el cambio de equipo.

El nuevo diputado general, Efl Galdos, está apoyado por una coalición precaria entre su formación, el PNV, con 12 escaños en las Juntas Generales, y el PSE-PSOE, con nueve. Sobre un total de 51, la coalición no tiene garantizada la aprobación de los presupuestos frente a la oposición de HB y EA, con 12 escaños cada uno, de EE con cuatro y del PP con dos.

Esta precariedad no ha impedido a Galdos hacer añicos el estilo anterior en el caso de la autovía, invitar al diálogo público al portavoz de Lurraldea, sin que la coordinadora haya condenado la intervención de ETA, y llegar a un "principio de acuerdo" anunciado ayer como "solución de consenso".

El pacto de Ajuria Enea corre el riesgo de estallar en mil pedazos y dejar en amplios sectores de la opinión pública un amargo sabor de boca.

La Diputación de Guipúzcoa ha mantenido durante tres días, en abierta contradicción con lo sucedido ayer, que no alteraría el trazado de la autovía. El propio lehendakari, José Antonio Ardanza, parece severamente desautorizado, tras reafirmar el martes que el proyecto "no va a ser variado" y asegurar que su partido no cambiaba de posición. A la luz de la propuesta de Galdos, cobra relieve su propuesta durante el proceso de su investidura. Preguntado por la autovía, el aún candidato dijo no poder pronunciarse porque antes debía "estudiar el proyecto". Respuesta sorprendente en boca del representante de un partido participante durante dos años en la aprobación por consenso de todas las decisiones relacionadas con las obras. Galdos la atribuyó más tarde a una torpeza personal. La explicación vedadera parece más profunda.

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