El Atlético remontó frente al Spartak

El Spartak de Moscú intentó ganar al Atlético con una táctica basada en el contragolpe, pero fue un contragolpe light. Los rusos, agazapados en su campo, salieron pocas veces con el balón controlado seriamente, y casi no provocaron sobresaltos.El Atlético dejó a ratos sensación de buen equipo, uno de los que esta temporada puede olfatear de muy cerca el rastro de la Liga. Schuster volvió a ejercer desde el centro del campo en el Atlético la función de las musas en los escritores: la inspiración.

El Atlético jugó anoche en la medida en que Schuster pasaba balones con acierto. El alemán, pese al calor y los escasos días de entrenamiento, aguantó con holgura durante todo el partido, mientras Futre, por ejemplo cambió pronto el intenso bronceado veraniego por la palidez del cansancio. Futre tenía las manos sobre las caderas a los pocos minutos de empezar el encuentro.

Schuster fue además el mejor artillero de los rojiblancos. Lanzó tres duros disparos a puerta desde fuera del área y consiguió un gol que hizo saludar a Gil desde el palco. Los ataques del Atlético tropezaron en el primer periodo en un Rodax ensimismado en punta. Inmediatamente detrás jugaron Manolo y Futre, y las galopadas de Soler por la izquierda, hasta que resistió, fueron una gran ayuda para el ataque rojiblanco.

El ex madridista Losada, uno de los fichajes soñados y perseguidos por Jesús Gil durante las últimas temporadas, ni siquiera se sentó en el banquillo.

Luis debutó, después de varios años de ausencia, en el banquillo atlético, en su banquillo. El sabio de Hortaleza gesticuló y mandó desde la banda con energía, como en los mejores tiempos. La fobia pareció diluirse definitivamente en el calor. En un momento del partido, tras una indecisión de Donato, medio estadio Colombino escuchó a Luis gritar: "¡Cuidado, hostias!".

El equipo ruso sólo tuvo en común las camisetas con el que eliminó de la Copa de Europa al Real Madrid la temporada pasada. El Spartak se asfixió pronto en el calor de Huelva.

Los jugadores rusos miraban con desconfianza al árbitro, el onubense Caetano Bueno, que tuvo en su actuación momentos de fervor patriótico y pitó dos penaltis, como mínimo dudosos. Caetano fue despedido con un intenso abucheo del público de una ciudad donde la mayoría de los aficionados se vanagloria de decir que primero son del Madrid y después del Recreativo de Huelva.