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Un hombre tranquilo

Felipe García, acusado del 'crimen de El Vellón', recupera la calma entre sus convecinos

Es obvio que el homicida está en libertad, pero en El Vellón, pequeña localidad de 883 habitantes del norte de Madrid, se ha recibido con agrado la excarcelación de su convecino Felipe García, acusado de matar a otro paisano, Eduardo López. Desde que éste fue hallado muerto, por impacto de postas, hay menos disputas en el pueblo. García, que volvió a su casa hace tres días, se siente ahora más tranquilo llevando las vacas por el campo.

Antes, asegura García, tenía que andar siempre provisto de un bastón de hierro. La última vez que vio a Eduardo López, recuerda, éste llevaba piedras y un garrote en la mano. "De no ser por un tractorista que se interpuso entre nosotros, quizá el muerto hubiera sido yo", concluye.Felipe García García, de 48 años, ha pasado nueve meses en la prisión de Carabanchel. La titular del Juzgado de Torrelaguna ordenó el 7 de noviembre de 1990 su detención y posterior encarcelamiento y la de su hijo Nicanor, de 19 años, acusados de ser los presuntos autores de la muerte de Eduardo López Lozano, un ganadero del municipio, de 38 años, ocurrida el 3 de octubre del mismo año. El cadáver presentaba impactos de postas y una cuchilla da en el glúteo.

Nicanor abandonó la cárcel enseguida, pero su padre ha tenido que esperar nueve meses para que la Sección 16 de la Audiencia de Madrid decretara su puesta en libertad sin fianza, debido a los "escasos y tenues" indicios que hay en su contra.

Corrillos de vecinos

El capítulo cerrado tiempo atrás ha recobrado ahora interés, pero no para recordar al fallecido, sino para observar, Felipe "un poco más gordito y con mejor aspecto". Sus vecinos no han dudado en saludarle, estrecharle la mano y solicitar su ayuda, aunque reconoce que hay alguno que mira para otro lado cuando le ve. La mayoría de los vecinos consultados, sin embargo, se muestra abiertamente a favor de que haya regresado en tanto no se aclare el asunto.Los más viejos del lugar, aquellos que frecuentan los bares a la hora de la partida, aseguran también que desde que detuvieron a Felipe García nadie en el pueblo ha "formado corrillos" para hablar del tema. Quizá porque el fallecido era persona pendenciera y maleducada, que se había granjeado muchas enemistades. Y, además, nadie vio nada.

Felipe García, que en su momento habló sin reparos de El Topo, como era conocido en el pueblo Eduardo López, guarda ahora silencio por consejo de su abogado. Pero sí afirma que algún vecino le ha dicho que era muy raro que el cadáver permaneciera tanto tiempo en un camino tan transitado sin que nadie lo advirtiera.

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Él prefiere callar, pensar en el futuro y sacar el ganado por los campos a la espera de que todo se aclare. Sus dos hijos, Nicanor y Rosa María, abandonaron los estudios para trabajar y sacar adelante la casa.

Felipe García apunta todo lo que se le ocurre en unas pequeñas libretas, gran parte de las cuales están depositadas en el juzgado, algo que le hace fruncir el ceño cuando lo recuerda. En el papel vuelca sentimientos, deseos y frases que luego gusta leer y releer. En ellas refleja la gratitud a sus hijos y afirma: "El que recuerda el pasado vive dos veces".

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