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Una feroz enemiga

El Tour de Francia apenas arrebata audiencia en la sobremesa a la telenovela 'La dama de rosa'

Elsa Fernández-Santos

El pasado viernes, mientras Miguel Induráin pedaleaba hacia el maillot amarillo en la etapa reina del Tour, otra carrera, ésta televisiva, alcanzaba su punto más dramático. El culebrón venezolano La dama de rosa (TVE-1), uno de los programas de mayor audiencia, era eclipsado en muchos hogares por la emocionante etapa ciclista (La 2).Según los datos proporcionados por Televisión Española pocos días antes de comenzar el Tour, el día 3 de julio, La dama de rosa tenía en toda España 7.208.000 espectadores. Cinco días después coincidía por primera vez con el Tour, que se ofrece en La 2 a la misma hora. La telenovela descendió a 6.810.000 espectadores. El Tour tenía 1.040.000 espectadores, que el 16 de julio ya eran 1.193.000.

La dama de rosa, por tanto, apenas ha notado la incidencia del Tour hasta ahora. Ha perdido tan sólo unos 300.000 espectadores en favor del Tour, y ha pasado del 71,5% de audiencia al 62,2%. Habrá que ver qué sucede con Induráin como líder.

"El Tour va ganando audiencia según avanzan las etapas, y ahora que el líder es un ciclista español ganará aún más", declara un portavoz de TVE, sin dejar de señalar que la telenovela es imbatible, aunque le salgan enemigos, como este popular Tour de Francia.

Luis Peralta, un taxista de 55 años, fue uno de los miles de aficionados que, a pesar de su mujer, su hija y su suegra, consiguió ver el Tour, que por su hora de emisión se ha encontrado con una feroz enemiga.

"Al final ellas también se interesan por el Tour y se van enganchando poco a poco", dice con orgullo Luis Peralta. "Cualquier mujer medianamente sensata no cambia el Tour por esas series suramericanas. Además, si no te gusta el ciclismo también se pueden ver unos paisajes fabulosos", añade el taxista.

Pero no todos salen tan airosos de este conflicto doméstico. Carlos es un treintañero que con su mujer no tiene problemas, pero sí con su suegra. "Mi suegra está este mes en casa y ella quiere ver la serie esa, y yo, por no discutir, prefiero aguantarme", comenta con una sonriente resignación y añade: "Escucho la etapa por la radio o me voy a un bar".

Bicicleta en los bares

Y es que en los bares no hay duda: el Tour reina. En el madrileño paseo de la Castellana está Baden Baden, un bar con tres televisores enormes. El viernes se llenó de todo tipo de trabajadores, desde inmaculados ejecutivos a obreros todoterreno, que renunciaron a comer con cuchillo y tenedor por ver el Tour acompañados por una cerveza y un bocadillo de tortilla. "¿Qué serie? Aquí sólo se ve el Tour y no lo quitamos ni por el telediario", comenta molesto un encargado del bar.En otro barrio madrileño, el de Maravillas, un pequeño y decadente bar, El Unión, reunió a tres electricistas y cuatro vecinos que prolongaron la hora del café hasta que terminó el Tour. En otra cafetería cercana, donde también echaban el Tour, el morro de una chica llegaba hasta el suelo: "Es que no hay derecho, menudo rollo el maldito Tour", apuntó en voz alta.

Pero el poder de persuasión no es el mismo en todas las aficionadas a la popular serie. Pilar Martínez Amaya, una costurera de 46 años, no tiene que luchar contra ningún hombre por el Tour: "Mi marido no come en casa, y eso me salva". Pero sí lo hace con sus dos hijas adolescentes, aficionadas al ciclismo. "Aquí la pelea es con mis hijas, ellas quieren ver el Tour y yo me niego a perderme La dama de rosa, así que las mando a pasear al perro y que me dejen en paz".

Mujeres como Pilar Martínez deben ser muchas, porque, a pesar del emocionante Tour, la no menos emocionante vida de Emperatriz Ferrer, protagonista de La dama de rosa, arrasa.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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