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McArthur vuelve a la Audiencia Nacional

Rafael de Mendizábal regresa al cargo del que fue destituido sin explicaciones

"Os digo lo que el general McArthur dijo cuando abandonaba las islas Luzón: Volveré". Era el 17 de enero de 1986 y Rafael de Mendizábal Allende, destituido fulminantemente como presidente de la Audiencia Nacional por el anterior Consejo del Poder Judicial (CGPJ), culminaba con esa promesa un explosivo discurso de homenaje que hizo abandonar el local a dos de los asistentes. Han transcurrido cinco años y medio antes de que Mendizábal cumpliese su palabra, pero el pasado viernes tomó posesión como presidente de la Audiencia Nacional.

En estos más de cinco años nadie ha dado nunca una explicación convincente para el cese de Mendizábal como presidente de una jurisdicción que gozaba de una saludable buena imagen durante los ocho años que la presidió. O quizá la única explicación fuese la que facilitó entonces el propio Mendizábal: "No se trataba de poner a otro, sino de quitarme a mí".Mendizábal interpretó su destitución como una depuración en toda regla. Hubo interpretaciones diversas, pero ninguna contundente. Se rastreó su gestión como subsecretario del Ministerio de Educación y Ciencia, en un expediente abierto por el ministro franquista Julio Rodríguez a varios catedráticos, pero Mendizábal aclaró que él se había negado a Firmar las sanciones y cuando pudo dio carpetazo al tema.

El presidente de la Audiencia Nacional contaba con una reducida oposición interna de un pequeño grupo de magistrados que también pudo contribuir a su desfenestración, con gestiones cercanas al ya fallecido Ignacio de Otto, catedrático de Oviedo y guerrista destacado del anterior Consejo.

En su homenaje de despedida, uno de los más multitudinarios de los tributados en la judicatura, Mendizábal bromeó sobre la elección del hotel, situado frente al Panteón de Hombres Ilustres "para este funeral corpore insepulto". Pero avanzado el discurso endureció el tono y reafirmó su creencia en el sistema constitucional antes de sentenciar: "Hay enanos que lo traicionan. Naturalmente, se puede dirigir el dedo contra los enanos sin más riesgo de que te corten el dedo".

En plena salva de aplausos, los magistrados Juan Manuel Orbe y Ramón Montero se levantaron y abandonaron precipitadamente el local. Los aplausos redoblaron y Mendizábal remató: "Conviene que se sepa quién se va. Eran los que sobraban". Como presidente había sido nombrado Gonzalo de la Concha, que reconoció que la persona más capacitada para continuar en el cargo era Mendizábal. De la Concha fue uno de los mejores magistrados que ha pasado por la Audiencia.

Pese a ser el número uno del escalafón y tener categoría de presidente de sala del Supremo, Mendizábal emprendió el camino al ostracismo. Pasó algún tiempo adscrito al Supremo, apartado de la actividad jurisdiccional por falta de presidencias vacantes. Con la unificación de las tres salas de lo contencioso fue presidente de una de sus siete secciones. Desde su elegante y amplio despacho de la Audiencia cayó a uno de los cuchitriles del Supremo, donde apenas cabe una mesa.

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En los últimos tiempos, las suspicacias hacia él se fueron disipando. A su intervención se debe que quedase en suspenso la sentencia que anuló el reglamento de los objetores de conciencia y que de llegar a ejecutarse hubiera creado serios problemas a Justicia y Defensa. También actuó de ponente para revocar la célebre sentencia que pretendía anular el pago de las horas de voto de los trabajadores.

Paralelamente, la Audiencia Nacional iniciaba un rápido declive en su buena imagen. Bajo la etapa de Fernando de Mateo, algunos de sus mejores magistrados y funcionarios buscaron destinos más cómodos o menos comprometidos. La sala de prensa fue clausurada y los informadores sometidos a cacheos, controles y formalismos antes nunca vistos. El continuo refuerzo de la seguridad no pudo evitar los golpes del terrorismo contra la Fiscal Carmen Tagle y el propio presidente De Mateo.

Encefalograma plano

Cuando la situación de deterioro se aproximaba al encefalograma plano y sólo algunos jueces centrales de instrucción y miembros de la fiscalía procuraban mantener en alto el estandarte, tomó posesión el nuevo CGPJ. El único de sus vocales procedente de la Audiencia Nacional, Javier Gómez de Liaño, inició la operación de recuperación y consiguió que su antiguo compañero de tribunal, Siro García Pérez, dejase el Supremo para regresar a su antigua jurisdicción, como presidente de la Sala de lo Penal.El día 12 de junio, Mendizábal era nombrado presidente con el respaldo casi unánime del Consejo, por 19 votos a favor, uno en blanco y otro en contra. El pasado viernes tomó posesión, respaldado por una nutrida representación de funcionarios de la Audiencia. Mendizábal, como McArthur, ha cumplido su promesa.

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