Raza
Desde hace unas semanas he cambiado de marca de jabón gracias a la publicidad. Yo era de los que se vanagloriaban de no dejarse influir más que por el propio instinto. Sin embargo, aquí me tienen, confesando que, en cierto momento, dejé mi butaca frente al televisor, corrí al cuarto de baño y vacié por completo el frasco que contenía el producto que acababan de pregonar. Porque me toca especialmente las narices el anuncio que muestra, lavándose, a una embarazada, perfecta de formas y volúmenes, dorada como un pan, mientras la voz en off recita: "Su hijo será rubio, tendrá los ojos azules... y una piel sana". Es decir: lo más que se puede pedir.Llevamos un tiempo largo aguantando el racismo subliminal de gran parte de los reclamos que nos invaden, evidenciado en una exhibición de lo considerado ario que supera en mucho, cronómetro en mano, su contrapartida en latino, que es lo que creo que somos. Pase que nos ofrezcan un mundo en el que lo bello prima sobre lo real; lo ostentoso, sobre lo auténtico. Un mundo para ser más macho con un determinado automóvil, para tener más éxito con un perfume concreto, para ser más feliz con una nueva marca de compresas, para realizarse mejor con una nueva fórmula de detergente. Pero que, además de decirnos lo que debemos comprar, los anuncios se den para indicarnos cómo debemos ser, resulta sencillamente aberrante.
Esa nada sutil asociación de lo sano con lo rubio tiene un tufillo a Goebbels digno del Tercer Reich. Que yo sepa, a pesar de los muchos y notables cambios que ha experimentado nuestra sociedad, todavía no hemos alcanzado el sublime grado de mutación que, al parecer, se nos exige para ser todo lo modernos y superiores que se espera de nosotros.
Por otro lado, alguien me dijo que esa marca de jabón la usaba Maradona. Y ya ven.
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