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El Atlético aprovechó su habilidad en saque de faltas

Santiago Segurola

Dénle una falta a un equipo de Ivic, y te matará. El rendimiento del Atlético en estas suertes es espectacular. Dispone de buenos lanzadores, potentes pegadores y duros cabeceadores. La cuestión es buscar una caída de Futre cerca del área. La defensa del Valla dolid no tornó nota de este asunto y derribó a Futre dos veces en el primer tiempo. Bien, el Valladolid salió del partido con los pies por delante.El Atlético hizo buen uso de las reglas fundamentales de la Copa, un torneo que respalda las decisiones rápidas. Marcó muy pronto y luego jugó con el viento de popa. Los rojiblancos vivieron bien durante todo el partido, cuando todo discurría tranquilo y cuando el encuentro se volvió áspero.

La ventaja nació muy pronto. Fue una falta a Futre en la banda izquierda. Schuster tiró una rosquita al primer palo y por allá apareció toda la tropa de cabeceadores. Juanito llegó primero, con un frentazo de frente inapelable.

Durante un buen rato, el Valladolid fue un equipo muy limitado. El rango es muy corto en la mayoría de sus jugadores. Entre la atractiva propuesta de Maturana y el talento real de sus jugadores hay un desfase notable. Probablemente el Valladolid reúne al grupo de jugadores más heterogéneo del fútbol español. Es el problema de un equipo de aluvión, con unas diferencias enormes de estilo entre los futbolistas. El resultado es un juego muy confuso cuando depende del talento individual.

La impresión de unidad sólo se aprecia en el mandato de Maturana: la organización defensiva, la recuperación de la pelota, los movimientos automáticos. Con la pelota, Vilchez trata de delinear por bajo y se encuentra con un Moya regateador, un Alberto cabeceador, un Onésimo autista. Cada uno va contando su historia por el campo. Un desastre.

El Atlético aprovechó con eficacia la falta de criterio común del Valladolid. Se armó atrás y buscó un buen resultado en algún contragolpe y en los saques de falta. El tanto de Schuster -un directo que golpeó en la pierna de Vilchez y descolocó a Lozano- siguió el manual de Ivic. Luego, todo fue muy rácano. El Atlético tenía la ventaja y la convicción de la victoria. Suficiente. El Valladolid no dio ninguna garantía de respuesta. Tuvo sus oportunidades en un par de balones cruzados sobre la portería de Mejías, pero su arquitectura futbolística era muy débil. Los únicos instantes de cierta grandeza llegaron por la vía de Caminero, que salió de la retaguardia con decisión en la segunda parte. Sin embargo, el encuentro estaba entonces en una fase de postración. Estaba el juego muy endurecido, cada cual buscando las tibias del contrario, y parecía un poco chocante aquel gesto descarado del joven líbero del Valladolid. En cualquier caso, la línea abrupta del segundo tiempo también benefició al Atlético, un equipo que vive feliz en la guerrilla.

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