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Los hijos de madres drogadictas sufren retraso intelectual, según un estudio

Isabel Ferrer

Los hijos de madres drogadictas tienen dificultades para hablar y comunicarse verbalmente hacia los dos años, momento en que los demás pequeños empiezan a desarrollar su capacidad cognitiva. Lejos de desaparecer con el tiempo, la diferencia se mantiene hasta el inicio de la escuela primaria donde conocen a otros niños más hábiles con el lenguaje, la formación de frases y la lectura. Sin una atención especial por parte de educadores y familiares, este retraso puede mantenerse dificultando su desarrollo emocional.Estas conclusiones se derivan de un estudio comparativo iniciado en 1983 por la psicóloga holandesa Anneloes van Baas (32), sobre dos grupos de 35 niños y niñas nacidos en el hospital Universitario de Amsterdam (AMC). Las madres del primero eran adictas a drogas duras como heroína y cocaína además de anfetaminas y tranquilizantes que siguieron consumiendo durante el embarazo. También tomaron metadona, sustancia administrada gratuitamente en Holanda en los tratamientos de desintoxicación. Cuatro de ellas abandonaron la adicción y 16 lo intentaron con peor fortuna. Las 35 mujeres del segundo grupo nunca habían probado drogas y en tres casos suspendieron su colaboración con el proyecto. El promedio de edades rondaba los 27 años.

Señalar o nombrar

"Hacia el primer año, tanto las diferencias neurológicas como las detectadas en los electroencefalogramas de los niños de la droga habían desaparecido", señala Van Baas. A pesar de su menor peso, tamaño y circunferencia craneal, estos 17 niños y 18 niñas estaban sanos. La respuesta motriz y no verbal, analizada cada seis meses en los dos primeros años y medio, arrojó resultados similares. "En el apartado mental e intelectual, sin embargo, mostraban mucha menos habilidad con el lenguaje y un claro retraso a la hora de empezar a hablar, que llega hacia los dos años".

Según la psicóloga, dicho atraso pasa desapercibido ya que madre e hijo también se comunican por medio de gestos y no tanto con palabras. Son niños que señalan una cosa en lugar de nombrarla y luego no pueden construir frases porque carecen del vocabulario adecuado dentro de su universo. "Si esto apenas importa en la vida privada, al entrar en la fase preescolar y llegar luego a un aula puede entorpecer seriamente su desarrollo cognitivo. Y con él su futuro comportamiento e integración social". El rechazo social ronda así a unos pequeños que en un 80% de los casos necesitaron casi un mes de tratamiento para combatir el síndrome de abstinencia derivado del consumo materno.

El estudio de Van Baar será presentado mañana jueves en la universidad de Amsterdam. "El proyecto concluye en octubre de este año y ahora tratamos de obtener fondos para prolongarlo hasta que los niños tengan nueve años", afirma.

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