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Sensibilidades en campaña

Concluye una contienda electoral que por vez primera no ha tenido a la televisión como centro de los agravios

Terminó ayer la primera campaña en mucho tiempo que no se ha centrado, salvo excepciones, en los problemas formales de la campaña misma: apenas se ha discutido el tratamiento de la televisión a los distintos partidos, ni, por ejemplo, las supuestas ventajas en medios de unos sobre otros, ni infracciones de las normas vigentes. Pero la campaña electoral no se reduce a una sucesión de discursos y de declaraciones políticas. Durante 15 días, los principales políticos recorren miles de kilómetros, saludan a innumerables ciudadanos, participan en debates, asisten a comidas y cenas de hermandad, se someten al juicio de los electores... y, sin saberlo, posan también para los fotógrafos.

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Hasta hace una semana nadie conocía a Daniel García. Esta campaña electoral ha servido para lanzarlo a la fama. Ahora todo el mundo sabe que se sienta en un Senado en el que se vota hasta con los pies y que su sensibilidad se irrita con los periodistas cuando lo cuentan.Una noche electoral, un vecino de Castrocontrigo, llamado Arístides -algo "zumbado" según el alcalde- sacó la escopeta y le disparó a dos centímetros de la cabeza. Antes de ser detenido, algunos socialistas habían acusado a la derecha. Nadie sabe los motivos íntimos de Arístides. El asunto no era político y, por tanto, los políticos marginaron el asunto y siguieron con sus cosas, electorales. Tampoco la violenta incursión de un grupo de legionarios en un barrio musulmán de Melilla cambió la marcha de las cosas. Sólo sirvió para recordar, a quien lo tenía en su programa, que hay que disolver la Legión. Otro tanto sucedió con la actuación de un grupo de vecinos de Mancha Real contra los gitanos de la localidad.

A esas alturas del curso, los políticos ya estaban en la recta final de campaña y no era cosa de cambiar la programación diseñada por los técnicos de mercadotecnia y los comités electorales de los partidos, en la que se han enterrado muchos millones de pesetas e infinidad de horas en la preparación de los mínimos detalles. Había que quemar los últimos cartuchos, referirse a las alianzas políticas, y no merecía la pena meterse en honduras porque las campañas electorales están para otras cosas. Por ejemplo, para salir en televisión.

Televisión, sin quejas

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Nadie se ha quejado, al contrario que en otras campañas, de la televisión, pero eso no significa que no haya políticos que se sientan víctimas de ella. A partir del lunes, Izquierda Unida (IU), por ejemplo, tiene preparado un memorial de agravios medidos en minutaje televisivo. "Los días 10, 11 y 19 no hemos salido. El día 13 nos sacaron dos minutos. Los demás días sólo uno", comentaban ayer desde el estado mayor de Julio Anguita.

El servicio de Correos ha dado la nota. Los agravios se han registrado, en esta ocasión, en Valencia y Gerona. Las gentes de José María Aznar (PP) denuncian en Valencia la pérdida de un 48% de su propaganda; y 25 empleados de Correos de Gerona, una orden de reparto que privilegia a los socialistas.

Los sindicatos de los servicios de transporte también han sacado a relucir sus "sensibilidades" y estuvieron a punto de colapsar la propia campaña. El ministro de Economía, Carlos Solchaga, luciendo su estilo, salió directamente al ruedo para adjetivar la huelga de "política". Como el vicepresidente del Gobierno, Narcís Serra, le quitó hierro al asunto, los sindicatos -que no van a ser menos que los partidos- también han establecido su propia categoría de "sensibilidades" y han clasificado a Solchaga como "intransigente" y a Serra como "sensato". En todo caso, el pagano fue el presidente del CDS, Adolfo Suárez, que tuvo que esperar largas horas en el aeropuerto de Barajas al avión que le trasladó a Palma de Mallorca. También lo fueron los periodistas que tuvieron que trasladarse en autobús de Málaga a Madrid y dejar el avión en el aeropuerto.

Los políticos no se han ahorrado los baños de multitudes donde han podido. Alfonso Guerra ha saltado hasta tres veces a las calles de Sevilla para, entre las palmadas de los Incondicionales, resarcirse de otros malos tragos. Felipe González se encontró en Barcelona con Antonia Maciá, la esposa del ex presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, en lugar preferente en su mitin catalán. José María Aznar ha estrenado cazadora cuando Felipe González viste traje de rigor. Julio Anguita no se ha bajado del tono moralizante en todo su periplo y Adolfo Suárez ha peleado, como ha podido, contra los malos augurios de las encuestas. Ellos han sido las estrellas de las quince jornadas y, por eso, no nos hemos enterado apenas de qué va a pasar en las calles de nuestros municipios y comunidades cuando gane quien le toque ganar.

La campaña, ciertamente, ha dado para poco, como presagiaban los lemas colocados en los murales: Eficacia; Decisión de progreso; Tiene otro valor y La fuerza del diálogo.

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