Betty Mahmoody
La 'pesadilla islámica' de una norteamericana
"Nunca he vuelto a Irán, pero la pesadilla no ha terminado: mi marido prometió que me cortaría el cuello", cuenta Betty Mahmoody, que, de anónima ama de casa de Michigan, ha pasado a convertirse en escritora, heroína cinematográfica -encarnada en la pantalla por la actriz Sally Field-, y sobre todo, defensora de mujeres y niños occidentales que sufen el fundamentalismo islámico por haberse casado con hombres árabes.Anoche se celebró en Madrid la presentación, y el viernes se estrenará la película No sin mi hija, basada en el libro que escribió Mahmoody, quien ha venido a España, con su hija -que aquí, al menos, calla-, para promocionar el filme.
"La película es más suave de que lo ocurrió en realidad", dice Mahmoody. Ella se casó en Estados Unidos con un médico iraní. Eran felices. Tuvieron una hija, y un día, allá por 1984, él propuso que fueran de vacaciones a Teherán para que su familia pudiera conocerlos. Una vez allí, él se convirtió al islamismo, y ella, Corán en mano, o sea, el que manda es el marido, fue obligada a permanecer allí y a comportarse como una seguidora del islam hasta que dos años después consiguió escaparse con su hija.
Hasta aquí llega la película, que fue rodada en Israel, y en su última escena muestra a madre e hija ante la Embajada norteamericana en Turquía, mirando las barras y estrellas de la bandera y diciendo: "Ya estamos en casa". Tras escribir el libro que ahora ha sido convertido en película, Betty Mahmoody ha sido contratada, "a veces, no siempre", dice, incluso por el Departamento de Estado de EE UU para rescatar a mujeres y niños occidentales en parecidas circunstancias.
Recatada, casi tímida, con 45 años de edad, y su hija, de 11, al lado, Mahmoody afirma: "Yo no hago política, pero mi experiencia me ha enseñado que una mujer occidental sólo puede vivir en un país islámico doblegándose. Los matrimonios biculturales son muy difíciles, y creo que, sabiendo más cada uno de la cultura del otro, pueden ser posibles. Pero la cultura islámica es tremendamente distinta de la occidental, y en manos de los fundamentalistas hacen que la mujer pierda todos sus derechos".
Ha creado una asociación, Un Mundo para los Niños, porque, según afirma: "Cada semana nos llegan a EE UU ocho casos de niños secuestrados por padres islámicos'". Y continúa: "Occidente tiene que controlar a los países islámicos que secuestran niños".
A la pregunta de si se ha planteado también el racismo que existe en EE UU y Europa contra los árabes y si la película basada en su historia puede contribuir a exacerbarlo, contesta: "Creo que en América había más racismo que en Europa frente al islam, pero durante la guerra del Golfo muchos iraquíes pudieron quejarse en la televisión y darse a conocer ante los norteamericanos". "El problema no está en la cultura árabe", añade, "sino en el integrismo islámico. Y respecto a No sin mi hija, para nada es racista, porque yo encontré también en Irán buenas personas, y lo único que me producen los fundamentalistas como mi marido no es odio, sino pena".
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