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OVEJAS NEGRAS

Lovell o la lentitud del KO

"Hay muchos chavales que quieren que les enseñe a boxear, pero les digo que mejor es que se compren un revólver y que atraquen un banco"

Francisco Peregil

El Campo del Gas (Madrid) en agosto de 1974. Los altavoces se oían con meridiana claridad: "En una esquina, con muchos kilos de fibra, innumerables com bates ganados -y todo el campo desgañitado y aplaudiéndole-: José Manuel Urtaaaaín. En la otra, desde Argentina, con menos kilos, veintintantas derrotas en su haber, diez victorias -Y casi ningún aplauso-: Alberto Loveeeeell". El árbitro levanta el brazo del argentino, una chica pasea el cartel del primer asalto por la lona y suena la campanaHabía que ser un buen jugador, de esos que babean de gusto hasta cuando pierden, para apostar por Lovell. Los mejores aficionados aseguraban que el argentino era un tercerafila de los que se cagan de miedo y que estaba comprobado que padecía dolores de estómago incluso, an tes de subir a la lona, por el pavor que le daban las peleas. En el segundo asalto, Urtain manda un guante casi invisible hacia la cara de Lovell. Falla, pero aún así, el hombro del argentino cruje con el tremendo puñetazo. "Urtain era un muchacho que pegaba muy duro. Si me hubiera dado en la cabeza, yo habría caído allí mismo".

En las gradas, mucha gente casi palpa ya el dinero que va a ganar apostando por Urtain. La chica pasea ahora el cartel del tercer asalto. El campo enmudece como en un entierro, y sin prolegómenos, con la derecha, Lovell tumba a Urtain. Ha ganado por KO técnico. Ciento cincuenta mil pesetas de los cuatro millones que se recaudaron aquella noche fueron hacia el bolsillo del pibe. La victoria la celebró en la cama de un apartamento -"siempre me iba a dormir"- que su madrina de casamiento le alquilaba por 7.000 pesetas en Ciudad Lineal. En 1975 le gana a Augusto dos Santos y el mismo año pierde por KO con Alfredo Evangelista. Al año siguiente pelea tres veces y pierde, y en 1977 cuelga los guantes. Ahora, todos sus amigos del albergue de San Isidro, desde los mendigos a los alcohólicos y toxicómanos, llaman a Santiago Alberto Lovell Ferrero, campeón.

"Hay muchos chavales que quieren que yo les enseñe, pero les digo que mejor es que se compren un revólver y que atraquen un banco. Es el peor deporte que hay, uno se entusiasma y se cree que es el mejor y que va a vencer a cualquiera. Se hace un ejercicio tan violento y con tanta facilidad, que es como una..., como una... terapia intensiva, pero después de mucho tiempo uno se siente mal". Tiene un vocabulario rico, como sacado a manotazos de la Biblia y los libros de aventuras que le gustaba leer en sus horas -demasiadas horas- de aburrimiento.

En la taquilla que le han asignado en el albergue no hay ni un guante, ni una medalla, ni siquiera una foto o un recorte. "Mi padre fue campeón olímpico, campeón de Argentina y campeón sudamericano. Criándome entre revistas y recortes de diario, no era extraño que me dedicara a eso, pero lo hice en inferioridad de condiciones, porque tengo mal la vesícula y el apéndice desde que nací. Muchos médicos en España me han preguntado que cómo he podido boxear con esas condiciones". Lógicos parecen entonces los dolores en el estómago que e achacaban los aficionados antes de las peleas.Anda muy despacio, tiene una forma lentísima de soltar las palabras y es frecuente que en mitad de una frase olvide lo que quería decir. "En Buenos Aires iba a muchos programas de televisión y radio, tenía bastante diversión y todo eso -se ríe-, pero antes trabajé de camionero". Lo que más hizo, no obstante, era pelear, "y lo hacía con alegría aunque me utilizaron mucho". A pesar de todo, aún conserva buenos amigos. Uno, de RTVE, le proporciana trabajos de figurante "de actor", según Lovell.

Olvidado por la moda

Las redacciones de los diarios deportivos más antiguos se cansaron hace muchos años de oír a Lovell mendigando un artículo donde se explicase lo de su herencia y lo de Inglaterra, cuando lo drogaron en el famoso combate con el gran Joe Bugner, en 1974. "Aquel día fue a verme Clasius Clay porque en Brasil yo había hecho una exibición con Clay y se quedó sorprendido. Vino, porque estaba seguro de qu yo sería su futuro challenger (rival), pero no gané porque me drogaron para perder. Lo único que sé es que comí en un restaurante donde me servían comidas que no le daban a los demás". Me decían: 'Alberto, tienes que ir a caminar' y yo sólo quería ir a dormir. Cuando me levanté orinaba sangre pura".

El equipo psiquiátrico del albergue no sabe con seguridad si la decrepitud psíquica y física que padece se debe a una enfermedad genética o tiene una imediata justificación en el boxeo. Desde que colgó lo guantes ha pasado por muchas empresa y en ninguna duró más de un mes. ¿Por qué? La pregunta es un buen motivo para echar una siesta. Si se le insiste, asiente y contesta de forma descoordinada. "Me fallaron muchos amigos en los que yo creía".

El pasado, el presente y el futuro, son conceptos que debieron quedar en algún manual de educación básica. Tan pronto rechaza un billete a Argentina como se compadece de no ver a su mujer y sus hijos de 15 y 11 años, de los que perdió la pista hace cuatro años. Antes de la despedida, queda algo, de lo que ya había hablado más de media hora: "se me olvidó decirle una cosa muy importante, estoy esperando una herencia y todo depende de Su Majestad, en quien confío".

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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