El pianista Serkin, un estilo que se extingue

Con la muerte del pianista bohemio-americano Rudolf Serkin en Guilford (Estados Unidos) a los 88 años de edad, desaparece, algo mas que un intérprete singular. Es toda una manera de pensar y transmitir la música lo que, está a punto de extinción: la de los Busch, Arrau, Casals, Horowitz, la que supo conciliar un hondo humanismo, una pasión que debía ser controlada, con la fidelidad a la letra, costado con el que sería fácil incluir en ese circulo mágico a los directores Toscanini o Furtwaengler, aunque cada uno de ellos acentuara en mayor medida bien el aspecto líteral, bien el emocional."Bastaba ver a Serkin ante el piano", escribe Rattalino, "para comprender cómo encontraba la música en aquel preciso momento, como si la descubriese". Esta capacidad de redescubrimiento, del más variado repertorio, incluidas algunas aparentes vanalidades virtuosísticas, hacía acontecimiento, estreno, de cada recital de Serkin, que no en vano, desde su juventud, encontró amistad, colaboración y hasta familia en Adolfo Busch, un maestro de la música de cámara tal y como lo fuera también Serkin. Le encontramos junto a Casals en el nacimiento mismo del Festival de Prades al comienzo de los años cincuenta, redescubriendo Bach o imponiendo el Shubert olvidado del piano. Al mismo tiempo, nunca cesó en su tarea pedagógica, desde el Instituto Curtis de Filadelfia, desde Vermont o como impulsor y mentor de los festivales de Marlboro, cuya dirección heredó de su entrañable amigo y suegro, Busch.

Nos queda, a modo de lección y documentación, la semiverdad de los discos: esa increíble HammerkIavier beethoveniana, el primer concierto de Brahms, con Cleveland y Szell, los cuartetos con la formación de Busch y tantas otras páginas expuestas a través de versiones reveladoras en el más exacto sentido del término.