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Tribuna
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La ética protestante

También en Bolsa, la ética protestante atravesó un día esa delicada membrana que separa la moral pública de la privada. Ahora se vive un ejemplo que Ilustra el proceso: los tipos de interés deben bajar más de lo previsto gracias al deslizamiento casi obligado del mercado hipotecarlo (moral pública), y consecuentemente las bolsas se relamen ya pensando en su mejor agosto (moral privada). Sin embargo, el mercado no apuesta abiertamente a favor de este brillante futuro inmediato; y la razón es bien simple: la inversión institucional -los auténticos flujos de dinero-, conducida por los bancos y las grandes corporaciones, no está conforme porque considera que subvencionar el precio del dinero es contrario a la liberalización de los mercados que persigue la política económica del Gobierno. Así se explica la momentánea parálisis inversora, que además ayer coincidió con una ola de realizaciones prácticamente al compás de todas las plazas europeas.La gran inversión responde con los hechos que negocio y crédito tienen sus propias normas, a las que el príncipe debe someterse. Este último no puede establecerlas, por grande que sea su autoridad, si no es haciendo como los particulares; es decir, pagando.

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