Juicio al guardia civil acusado de matar a un joven en Villaverde
Ayer por la noche quedó listo para sentencia el juicio al guardia civil Alonso Salazar Román, acusado del asesinato del joven Miguel Ángel Rodríguez Álvarez y de causar heridas graves a otro en el distrito de Villaverde. Salazar declaró ayer ante la Audiencia de Madrid que la pistola se la encontró "en el suelo" y que el disparo que acabó con la vida del joven lo hizo "al aire". El herido, Antonio Felipe Martínez, dijo que el guardia, tras disparar a su compañero, le sujetó a él por el cuello y le disparó a la cabeza.Los hechos ocurrieron el 2 de julio de 1988 en el barrio de Villaverde, en Madrid. Según la versión del guardia civil, que estaba franco de servicio, cuando iba a entrar con su coche en un garaje encontró otro vehículo obstruyendo la entrada y varios jóvenes bebiendo en torno a él. Tocó la bocina hasta tres veces, y cuando les pidió que le dejasen entrar, un joven replicó: "No me sale de los cojones". Según el procesado, otro se le acercó con una litrona en la mano preguntando: "Pero este hijo de puta ¿qué es lo que quiere?". "Al ver que me rodeaban", siguió Salazar, "saqué una cadena antirrobo del coche".
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El guardia civil dice que encontró la pistola en el suelo y disparó al aire
Viene de la página 1El guardia civil dijo que dos o tres jóvenes le atacaron por detrás, por lo que golpeó con la cadena y le dio a uno en la cabeza. "Los demás me derribaron al suelo y me arrastraron. Vi en el suelo una pistola, la cogí y, mientras me incorporaba, disparé al aire", añadió.
Ante la extrañeza de la fiscal sobre el hallazgo de la pistola, el guardia civil dijo: "A alguien se le caería". Tras el estampido del disparo, Salazar, en estado de "gran nerviosismo y temor", se refugió junto a una pared con la pistola en alto.
En ese momento, Antonio Felipe Martínez, se abalanzó sobre él. "Vinieron más, caímos al suelo, y hubo un segundo disparo que yo, conscientemente, no hice", afirmó Salazar.
El guardia civil añadió que no se enteró de cómo le quitaron la pistola, ya que al ver a un joven caído pidió auxilio y le trasladó en su coche al hospital antes de entregarse a la policía. Salazar insistió en que no sacó el arma reglamentaria porque su intención no era utilizarla.
Versión del herido
La versión del joven herido fue radicalmente distinta. Antonio Felipe Martínez dijo que cuando el procesado les pidió que retiraran el coche él fue a avisar al dueño. Al salir de la bodega que frecuentaban oyó a Salazar decir a los demás del grupo que eran "unos delincuentes, drogadictos y borrachos". Miguel Ángel Rodríguez le pidió explicaciones, y e procesado sacó una cadena y le dio en la cabeza.
Varios de los jóvenes salieron en su defensa y rodaron con Salazar por el suelo. "La gente nos separó, y al levantarse Miguel Angel echó a andar calle arriba. En ese momento el procesado sacó la pistola, se cuadró perfectamente y con una mano sujetando la otra apuntó y disparó. Miguel Ángel se llevó la mano a la espalda y cayó al suelo".
El testigo afirmó que intentó quitar la pistola al guardia mientras le decía: "Estate quieto, que eso mata". "Pero cuando iba a sujetarle", prosiguió, "me cogió por el cuello y vi el arma delante de la cara. Disparó. Creí que no me había dado, hasta que me fallaron las piernas y me fui al suelo. Del cuello me salía un chorro de sangre".
La bala, de pequeño calibre, se alojó entre las vértebras cervicales. Las secuelas son un dolor ocasional en el hombro derecho y una "pérdida de sensibilidad en el terreno sexual", según dijo al abogado de la acusación, Fernando Salas.
El fiscal solicita un total de 47 años de reclusión por un delito de asesinato consumado, otro de asesinato frustrado y tenencia ilícíta de armas. El arma con la que disparó Salazar no era la reglamentaria y aún no ha aparecido. La acusación particular, que eleva las penas a 54 años y solicita una indemnización de 25 millones de pesetas para los herederos, asegura que el procesado carecía de licencia para la pistola y la hizo desaparecer.
El abogado defensor, Gonzalo Casado Herce, pidió 200.000 pesetas de multa por lesiones y homicidio de un joven, y estimó que concurren los atenuantes de enajenación, legítima defensa y estado pasional, dado que "padece una personalidad paranoide según un dictamen psiquiatrico", según informa la agencia Efe.
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