Stoichkov y Goiko desarbolaron al Juventus
El Camp Nou vivió otra de sus noches mágicas, pero poco propicia para los que padecen dolencias cardiacas. Johan Cruyff aguantó en el banquillo y tuvo la clarividencia suficiente para ordenar los peones de un equipo que inició el encuentro con contundentes argumentos deportivos, fue golpeado en su línea de flotación en un desgraciado error defensivo y dio la vuelta al marcador en el segundo acto, gracias a los goles de Stoichkov y Goikoetxea. El Juventus acabó siendo un juguete en manos del Barça y el presidente azulgrana, Josep Lluís Núñez, que quizá buscó alguna ayuda sobrenatural al invitar su palco a Joan Martí Alanís obispo de La Seu d'Urgell, empezó soñar con la final de la Recopa, en Rotterdam.El Barca afrontó el encuentro sin una de sus piezas funda mentales, Bakero, quien ni si quiera se vistió por culpa de unas dolencias musculares y de su nervio ciático. Cruyff tuvo que inventarse otro pivote y además, se encontró con la sorpresa de que su rival, Lulgi Maifredi, cumplió con la promesa de alinear a dos delanteros.
La salida azulgrana fue espectacular. Durante 10 minutos acorraló a su rival, que mostró la vulnerabilidad de su defensa en línea, y estrelló en balón en el poste (Koeman, m. 7). Pero también fue espectacular su parón, tras encajar un gol estúpido en un mal entendimiento entre Ferrer y Zubizarreta que aprovechó el joven Casiraghi.
A partir de ese instante, el Barça comenzó a jugar de una forma sincopada. Su zona neurálgica carecía de riego sanguíneo, porque Laudrup improvisando la función de Bakero, y el resto de compañeros del centro del campo eran incapaces de dar fluidez al ataque azulgrana -Goikoetxea, Julio Salinas y Stoichkov-, demasiado estático y presa fácil de la defensa italiana, con el brasileño Julio César como bastión inexpugnable.
El Juventus, sin duda el rival más serio al que se ha enfrentado el Barça esta temporada, no supo rematar la faena. Demostró ser un equipo de grandes solistas, pero sin hechuras de gran orquesta Los hombres de Malfredi controlaron los primeros 45 minutos, con una tenue presión en el centro del campo y la rapidez de sus delanteros, que pusieron nerviosa a la defensa azulgrana e imposibilitaron las habituales arrancadas de Koeman. Su última oportunidad la frustró Zubizarreta en un tiro a bocajarro de la estrella italiana Baggio, que sirvió para subsanar un error de Nando, que anteriormente ya había visto la tarjeta amarilla.
El tradicional victimismo azulgrana hizo acto de presencia en las gradas durante el descanso. Todos lo veían negro menos Cruyff, quien quizá recordando el trabajo que le habían hecho los cirujanos en las arterias coronarlas, efectuó un auténtico by pass en el equipo.
El técnico holandés ordenó la salida de Eusebio y dejó al inoperante Begiristain en el vestuario. El cambio estuvo acompañado de un movimiento de peones digno del mejor ajedrecista. Ferrer pasó a encargarse del peligroso alemán Hássler, que vio cerrado el carril derecho por el que tan a gusto se movió durante la primera mitad. El mencionado Eusebio se emparejó con Baggio, mientras que Laudrup basculaba hacia la izquierda y Goikoetxea retrasaba un tanto su posición. La operación resultó perfecta y nuevamente hubo riego futbolístico entre las líneas azulgrana, más espacios abiertos y graves errores defensivos de los italianos, que se rompieron, precisamente, por la zona del robusto Julio César.
En menos de un cuarto de hora el Barça dio la vuelta al marcador, y todo gracias a un hombre de ademanes y actitudes primitivas, pero tremendamente intuitivo, rápido y sagaz, como todos los que tienen que sobrevivir en condiciones extremas. Hristo Stoichkov, ese búlgaro pendenciero que no acaba de meterse a la, afición barcelonista en el bolsillo, le colocó dos roscos al espigado y elegante Tacconi. Su último tanto fue producto de su particular forma de ser, como también lo fue su forma de festejarlo, imitando al mexicano Hugo Sánchez.
La apoteosis final la proporcionó el codiciado Goikoetxea con una vaselina espectacular. Y el Camp Nou se llenó de pañuelos. Y la noche fue mágica.
La afición azulgrana, además de obtener la Liga, ya sueña con viajar el próximo mes a Holanda. Aunque todavía queda el infierno de Turín.
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