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Los kurdos

Vaticiné que una vez acabada la guerra del Golfo aparecerían combatientes dialécticos agazapados durante el conflicto, subidos a los jeeps del vencedor y ajustando las cuentas a los irritantes partidarios de la paz. Ya están aquí y nos reclaman que empleemos nuestra capacidad de indignación histórica defendiendo la causa de los kurdos. Y los kurdos, ¿qué? Pues están donde estaban, dentro del viejo orden internacional, divididos fundamentalmente entre Turquía, Irak y la URSS, y olvidados por las grandes potencias. Drogadictos de la protesta, reclamamos en su día que Sadam Husein no los gaseara, cuando el dictador disponía de un cheque en blanco occidental, financiaba partidos socialistas y ayudaba a que prosperase la industria armamentista. La nuestra incluida.Debido a su condición de vencedores de la guerra que justificaron, estos nuevos amigos, de los kurdos deben utilizar los méritos de su complicidad y su victoria exigiendo que sus aliados impongan una solución justa a la cuestión kurda. ¿No íbamos hacia un nuevo orden internacional? Pero, de momento, nuestro aliado y compañero en atlantismo, el democrático régimen turco, ya le ha pedido a Bush que no agite a los kurdos ni les haga concebir falsas esperanzas, porque, después de gasearlos Husein, tendría que gasearlos él, y los kurdos sólo temen a un Gobierno tanto como al de Sadam Husein: al democrático Gobierno turco. Se verán ustedes tan burlados como el pacífico Schwarzkopf, que no quería dejar ni un soldado iraquí vivo, ignorante de que a sus programadores políticos les interesaba que Irak conservara un mínimo ejército policía de zona, capaz de disuadir a los kurdos y a los shiíes, pero no de intranquilizar a Israel. No pierdan ustedes el tiempo con nosotros, los censados agitadores de siempre. Reclamen a sus aliados, los Bush y los Pérez de Cuéllar. Si se ponen al teléfono.

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