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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La amenaza militar

YUGOSLAVIA VIVE desde hace varios días en la incertidumbre extrema, con la amenaza creciente de que se produzca un vacío de poder en la cumbre del Estado federal, lo cual sería un pretexto para una intervención del Ejército. Por otro lado, el debilitamiento de Milosevic, presidente de Serbia, como consecuencia de las poderosas manifestaciones populares en Belgrado, puede crear condiciones más favorables para una negociación entre las diversas repúblicas en la búsqueda de una fórmula confederal lo suficientemente flexible para permitir la convivencia entre repúblicas dotadas de poderes soberanos.Esta situación, si bien refleja el fenómeno bastante general del estallido de los nacionalismos en países que salen de la dictadura comunista, tiene a la vez rasgos muy específicos: Yugoslavia (que significa país de los eslavos del Sur) nació después de la 1 Guerra Mundial, agrupando a pueblos que se habían enfrentado en el curso de su historia.

La monarquía de los Karageorgevoc fue instrumento de la hegemonía serbia, lo que agudizó aún más los odios interétnicos. Después de la II Guerra Mundial, Tito, croata, intentó crear un Estado de repúblicas iguales apoyado en la fuerza unificadora del comunismo y del recuerdo de la guerra común contra Hitler. Pero si esos vínculos dieron cierta cohesión al nuevo Estado en vida de Tito, hoy se han disuelto y resurge con vigor creciente la voluntad de independencia de los pueblos. Solamente sectores minoritarios, como el encabezado por el jefe del Gobierno. Ante Markovic, intentan salvar un proyecto de Estado común y evitar la disgregación del país en pequeños Estados, lo que chocaría con las tendencias predominantes en Europa.

Durante los últimos años, el presidente de Serbia ha gobernado mezclando un derroche de populismo nacionalista con los métodos del autoritarismo comunista. A la vez se oponía a los avances democráticos en Eslovenia y Croacia, provocando, como reacción, un reforzamiento del independentismo en dichas repúblicas.

El factor nuevo hoy en la escena yugoslava es la aparición de una fuerte oposición interna a Milosevic en Serbia que, con grandes manifestaciones, ha debilitado su poder. Cuando Milosevic utilizó una represión brutal contra los manifestantes, y sobre todo cuando el Ejército salió a la calle, las protestas abarcaron los sectores más amplios del país. El Gobierno federal de Ante Markovic condenó la represión y se opuso al empleo del Ejército.

Milosevic, cada vez más debilitado en el terreno político, se ha orientado a provocar una declaración de estado de emergencia, lo que daría al Ejército cuyos altos mandos son antiguos combatientes de Tito; en su gran mayoría, de nacionalidad serbia- una base legal no sólo para maniatar a la oposición en Serbia, sino para tomar medidas contra los Gobiernos nacionalistas de Croacia y Eslovenia.

Pero la presidencia colectiva de Yugoslavia -con un representante por república y territorio autónomo- se ha negado hasta ahora a aceptar los proyectos del Ejército. Ante ese nuevo fracaso, Milosevic se esfuerza por descomponer esa presidencia haciendo que dimitan los representantes sometidos a su disciplina: ya lo han hecho los de Serbia, Montenegro y Voivodina. Ahora pretende que el Parlamento serbio anule el mandato del representante de Kosovo, lo que dejaría a la presidencia sin el quórum necesario para tomar decisiones. Después de haber acusado a Eslovenia y a Croacia de deshacer Yugoslavia, ahora es Milosevic el que quiere destruir el último nexo legal que mantiene como tal al Estado yugoslavo.

Si tuviesen éxito las maniobras enfocadas a provocar un golpe del Ejército, Milosevic asumiría una responsabilidad gravísima. Podría estallar una guerra civil, ya que los Gobiernos de Croacia y Eslovenia han afirmado su voluntad de resistencia. Las divisiones en el Ejército han abierto un compás de espera que aún no se ha aclarado.

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