Está el

ciudadano como las moscas que los niños encierran en un frasco. De cuando en cuando les mezclan avispas y abejorros más gordos que diminutos hipopótamos coriáceos, per o con ello apenas se consigue ninguna batalla brillante entre los bichos. La cosa del frasco queda en torpeza, suciedad vitrificada, y el aburrimiento, el agua de un grifo o el olvido terminan con la atención de los verdugos y con la supervivencia de los insectos.Moscas en frasco, cosas de niños.

Dice el ministro F. Ordóñez que ahora (muerta ya la guerra ésta) se les hubiera permitido tomar medidas más avanzadas en el orden bélico. ¿No es eso confesar, y muy pobremente, que no han vencido a Irak, sino al electorado español, como siempre que juegan a soldaditos?

El primer mensajero (más que mandatario) del país, míster González, terminada su tormentosa cuarentena en las cocinas pentagoneras, va más allá: no se limita a confesar, sino que amenaza hiperbólicamente a quienes se oponían a esta guerra para ciegos.

Cien mil doscientos muertos en un capricho policíaco internacional. Capricho líder de ventas en las tiendas del ramo. (El ramo de la democracia adulterada, la única que nos sirven, señores clientes.)

Y aún vamos a salir agredidos en esta carnícería los vegetarianos.

El eructo del antropófago -no seamos racistas-, ¿podría pasar por un eructo corriente?