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El Barcelona se limitó a ser conservador ante Osasuna

Con Carles Rexach en el banquillo, por imperativos del corazón de Cruyff, el Barça no conoce la derrota. Anoche le tocó caer a Osasuna y una gran parte de esa victoria azulgrana se debió a Rexach. Su sentido común, que desarrolla a la perfección al margen del fútbol hasta el punto de haber puesto un negocio de ataudes, le aconsejó reforzar la defensa cuando su equipo ganaba por 2-0. Hizo que sus hombres nadaran y guardaran la ropa y hurtó, deliberadamente, a los eufóricos aficionados la posibilidad de ver otro partido e incluso de comprobar la recuperación de Ronald Koeman.El Barça resolvió el partido en 20 minutos. Fue un corto espacio de tiempo en el que Osasuna no encontró su sitio en el campo, sus jugadores no acertaron en los marcajes ni practicaron ese fútbol pegajoso e incómodo que tanto preocupaba a Rexach. César Luis Menotti, ese filósofo del balompié venido a menos que ayer se encontraba en el palco presidencial, definió el juego azulgrana de una forma peculiar, pero muy acertada: "El Barcelona ha dividido por 10 el esfuerzo y el terreno de juego. Su fútbol es seguro y de enorme potencia".

Con los goles de Stoichkov y de Bakero, el público esperaba un espectáculo similar al de San Mamés. Nada más lejos de la realidad, entre otras cosas, porque Osasuna no es el devaluado Athletic de Javier Clemente y el Barça tampoco está para jugar revolucionado cada semana.

Los hombres que dirige Pedro María Zabalza cogieron la onda en la recta final del primer tiempo y Zubizarreta tuvo que emplearse a fondo en un par de ocasiones para salvar goles cantados. Rexach lo vio la claro y, tras el descanso, mandó a Julio Salinas al vestuario, reforzando la defensa con Serna. El partido no estaba para florituras y los azulgrana se pusieron el mono, el caso y picaron piedra ante la indiferencia general. Lo importante, el valioso botín, sólo consistía en conservar los puntos.

Pero el Barça, o mejor dicho, Rexach también tuvo que conservar más. Stoichkov volvió a hacer de las suyas. De una forma estúpida mando el balón a las gradas y el árbitro le mostró la tarjeta amarilla. El búlgaro, envalentonado por la reacción visceral de los espectadores que llenaron el Camp Nou de pañuelos blancos, se le cruzaron los cables. Charly volvió a utilizar el seny y, tras un rife rafe del polémico delantero con un defensa navarro, lo mandó a la ducha.

En lugar de Stoichkov no salió Koeman, sino Urbano y el Barca acabó el encuentro casi con cinco defensas. La táctica conservadora de Charly tuvo su justo premio, porque Osasuna fue incapaz de romperla.

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