El Logroñés también ganó, al Real Madrid
El Madrid de Di Stéfano y Camacho es como aquel millonario al borde de la quiebra que ya sólo confía en rehacer su patrimonio con un golpe de fortuna. La ruleta de la Copa de Europa le obsesiona. Por eso i no vacila en dejarse en casa o en el banquillo, a buen recaudo, entre algodones o mantas, sus mejores alhajas y en presentarse en los que considera compromisos sociales inferiores, como el de anoche en la Liga, con demasiada bisutería.No le preocupa el qué dirán. No le importa que se le critique por renunciar a su imagen más aparente. Los intereses de esos terceros que deseaban, por ejemplo, que dos semanas atrás hubiera empujado al Cádiz un poco más hacia abajo le traen sin cuidado. Unicamente vela por los suyos inmediatos, únicamente sueña con las semifinales continentales. Sin embargo, mientras prepara esa apuesta a todo o nada, corre otro riesgo, el de no acreditarse para la cita menor, pero en absoluto despreciable, de la Eurouefa. De derrota en derrota....
El Logroñés es un equipo honrado consigo mismo. Se viste con sus prendas más atractivas. Incluso es capaz de hacer llamativas muchas de las hechas con, los retales, con los sobrantes, de otros más pretenciosos: los ex barcelonistas Cristóbal y Salva, los ex atléticos Abadía y Setién, el ex bilbaíno Sarabia...
Con unos y otros compone y recompone su figura en función de las circunstancias. A veces causa sensación, a veces horror. Pero, en definitiva, nadie le puede reprochar que, ajeno a las especulaciones, no se entregue siempre por entero. De esa forma fue como se aprovechó en esta ocasión de las concesiones del Madrid para vencerle por vez primera.
El Madrid amagó, pero no dio. Con su abundancia de centrocampistas -Aragón, Aldana, Maqueda, Sanchis, Torres Mestre...- procuró marcar la pauta. Pero sus esfuerzos -fueron vanos. Entre otras razones, porque la suerte también se ha empeñado en mostrarle su espalda. Así, casi en la primera oportunidad en que el Logroñés se acercó a Buyo, Torres Mestre impulsó la pelota hasta su red en un intento por remediar lo irremediable.
Al cuadro riojano le puso alas semejante favor. No había ganado un encuentro en la segunda vuelta y llevaba varios sin marcar. La baza que se le brindaba no podía desperdiciarla. Con el público entusiasmado, entre olés, comenzó a gestar buenas triangulaciones entre Cristóbal, Abadía y Setién, por la derecha, y Martín Moreno y Setién, siempre Setién como referencia, por la izquierda.
Desbordado, el peligro madridista se redujo a los lanzamientos directos de faltas cerca del área. Pero Canales, paradójicamente un hombre blanco, por cuanto está cedido, respondió con elasticidad y eficacia a dos intentos de Hierro y uno de un Spasic tan voluntarioso como de costumbre e incluso algo más inspirado.
Di Stéfano y Camacho optaron luego por la dosificación al recurrir a Michel y Tendillo para conceder descanso a Aragón y Maqueda. Pero sus perspectivas no se aclararon. Quizá se presionase más, tal vez se tirara con mayor intensidad. Pero los riesgos para Canales fueron más aparentes que reales pese a que la ansiedad por los dos puntos causase algún atolondramiento de sus compañeros en su área o algún despiste.
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