Philip Shehadi, periodista

La muerte le ha llegado en tiempos de paz y sobre tierra árabe, a la que tanto amaba y tanto conocía. El periodista Philip Shehadi, corresponsal de Reuter en Argelia, murió vilmente asesinado en la flor de su vida -34 años-, víctima de la irracionalidad, en su apartamento de Argel, ciudad a la que había sido destinado por su agencia porque quería conocer, cohabitar y difundir al resto del mundo la actualidad y los sentimientos de esa otra hermosa parte del mundo árabe, el Magreb, sobre la que tantas veces me preguntaba, sobre la que tantas veces discutíamos y sobre la que tantas veces le oí contar fantasías en clave de ilusión.Llevaba Shehadi escasamente dos años en Argel, adonde llegó procedente de Abu Dabi (Emiratos Arabes Unidos), su primer destino en el mundo árabe. Desde Abu Dabi cruzó fronteras, interpretó sentimientos y cohabitó en una tierra donde se vive en soledad y donde es difícil obtener esa comunicación que luego obligadamente el periodista tiene que hacer llegar al lector. Luego lo repitió en Argelia, y hoy, menos de dos años después, está muerto.

Yo conocí a Philip en las catacumbas del periodismo, en las tortuosas calles de la medina de Túnez, a caballo entre el soportal de una mezquita y el velador de un viejo cafetín moruno. Eran días de agitación política y callejera, cuando la Liga Arabe cerraba filas a favor de Sadam Husein por su belicosidad con Irán, cuando los fundamentalistas se esparcían sin conocer fronteras de un país a otro, cuando el régimen de Burguiba fenecía y cuando Muammar el Gaddafi se hacía el gallito del Mediterráneo.

Hoy ya no hay gallitos ni en el Mediterráneo ni el golfo Pérsico, pero Philip ha muerto. Con él no sólo se va el tenaz periodista y el gran amigo, sino ese gran comunicador e inmejorable intérprete de ese mundo, tan lejano pero tan cerca, al que él amaba, y al que trataba, con su esfuerzo díarío, de que no sólo se le conociera, sino que también se le comprendiera. Descansa en paz, periodista.