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El Madrid aprovechó un 'partidito del Joventut'

Luis Gómez

No es el Real Madrid fiel a sí mismo, sino todo lo contrario. El Madrid era otra cosa. Ahora se ha convertido en una de las comidillas de la temporada gracias a su comportamiento sinuoso que no cabe confundir con un carácter imprevisible Porque el Madrid es previsible y monotemático, vaya si lo es: no conoce más que un ritmo de juego y una forma de hacer las cosas. A veces le sirve para ganar, sobre todo en casa; a veces para perder. Ha ganado y perdido de tal manera que la gente dice que no se lo explica. Pero explicación lo tiene todo en esta vida. Incluso si el Madrid gana al Joventut.El Madrid ganó al Joventut fundamentalmente porque el equipo de Badalona hizo un partidito. Trató de buscar una faena cómoda para reservar a sus mediedio lesionados (Villacampa y Ferrán) y esperando que los males de su rival aflorasen para permitirle una victoria más que añadir a su ya holgado palmarés. No es que los males del Madrid no afloraran ayer -siempre lo hacen- pero sí que la falta de ánimo del Joventut les permitió resolver con más comodidad de la esperada gracias a su habitual fórmula de tirar por la calle de enmedio Por allí surgió de golpe Cargol y luego Biriuicov, que abrieron una brecha que el Joventut no supo reparar. Tampoco pareció muy preocupado por ello, bien es cierto.

Sin mediar ninguna otra consideración táctica, quizás por la sola presencia de Roberts al reintegrarse a la cancha después de que un amago de esguince provocara la alarma durante largos minutos, el Madrid se aceleró. Estos accesos febriles son habituales entre los madridistas, que no conocen otro antídoto progresivamente según vayan las cosas. Si van mal aceleran; si van bien, aceleran igualmente. Faltaban 15 minutos, el partido parecía estabilizado (empate a 49), pero Cargol empezó a jugar como un poseso, lanzando algún triple o provocando el arrebato de Llorente. El público se animó, Villacampa cometió la cuarta personal y Lolo Sainz tuvo que pedir tiempo muerto para abroncar a sus hombres, aparentemente desconcertados ante la marea madridista (65-56).

Tras otra fase de normalización, Lolo Sainz decidió poner sus destinos en manos de un quinteto nacional, que pareció mejorar el asunto (70-64), pero que terminó cayendo en una fase diletante en la que lo permitió todo, que el Madrid se hiciera con muchos rebotes, contraatacara, anotara algún que otro triple y bastantes tiros libres. En pleno desconcierto, el Madrid parecía dispuesto a resolver fácil (75-64 a falta de cuatro minutos), cuando se encontró con tres triples seguidos del Joventut (79-73 a falta de 1.50). La respuesta madridista fue bien simple: se aceleró un poco más, atrapó rebotes, contraatacó, lanzó tiros libres y más tiros libres -los nacionales del Joventut permitían a los madridistas recuperar sus fallos-, y Biriukov buscó triples sin descanso. El Joventut no dio la impresión de sentirse provocado por ese vértigo y aceptó la derrota como un mal menor.

Tras este resultado habrá sesudos analistas que intenten extraer las conclusiones pertinentes, algunas de ellas claramente dirigidas, otras arriesgadas y las más repletas de escepticismo. Habrá quienes juzguen que ayer, por fín, se notó la mano de Brabender, una sospechosa conclusión que procede desde los remotos tiempos del pasado torneo de Navidad y que ha sido hibernada tantas veces como derrotas han llovido lo menos, media docena-, momentos en los cuales quienes las sustentan suelen vestirse de lagarterana. Los habrá que, temerarlamente, invocarán a una recuperación del equipo. Los más cautos se abstendrán, visto el encefalograma del Madrid en el último mes (a una victoria sonora en casa le sigue una derrota sonada fuera).

Pero esta sinuosidad, esta aparatosa intermitencia, no responde a un mal inexplicable. Significa, precisamente, que existe un mal. El Madrid es un equipo mal diseñado y, además, rrial entrenado porque no abunda el cerebro ni en la cancha, ni en el banquillo, ni en los despachos. No abunda la cohesión y el entendimiento. Abundan directivos entrantes y salientes, jugadores desesperados y un entrenador desautorizado que vendía disciplina a raudales y no ha conseguido otra cosa que multiplicar el caos. Vistas así las cosas es tan anecdótico que el Madrid gane al Joventut como que pierda en Lugo.

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