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Jamás se halló el cadáver de Rosa Santos

Sin rastro de la esposa del dueño de un restaurante chino seis años después de su secuestro

Lo más difícil no es matar a una persona, sino deshacerse de cadáver, suelen decir los criminólogos. Sin embargo, los secuestradores de Rosa Santos Vega supieron resolver muy bien ese problema: se cumplen ahora seis años de su desaparición. Los autores del secuestro, ocurrido el jueves 31 de enero de 1985, exigieron un rescate de 15 millones de pesetas al esposo de la víctima, un oriental que poseía entonces una cadena de restaurantes chinos. Pero cuando se negociaba la entrega del dinero, los chantajistas interrumpieron las conversaciones y probablemente también la vida de su rehén.

Rosa Santos, nacida en Palencia en 1936, debió de ser secuestrada en su domicilio del número 34 de la calle de Luis Cabrera, a 200 metros del restaurante que su marido tenía en la confluencia de la calle de Cartagena con la avenida de América. Nadie, sin embargo, lo vio para poder atestiguarlo. Sobre las 20.30 de aquel mismo día, un anónimo comunicante telefoneó al restaurante Tai-Wan e informó a su dueño, Then Paw Jung Kuo, que habían secuestrado a su mujer, e indicó que en una papelera próxima al estadio Santiago Bernabéu encontraría una nota con instrucciones sobre los pasos a seguir en ese momento. En el escrito se reivindicaba el secuestro y se exigían 15 millones de pesetas por la vida de Rosa Santos.Tras una nueva llamada para confirmar que el marido de la víctima estaba dispuesto a pagar, el raptor dejó el día 2 de febrero un nuevo documento en un quiosco del paseo del Pintor Rosales. En esta ocasión se trataba de un recorte de la cabecera de El PAÍS, correspondiente a esa misma fecha, en el que Rosa había manuscrito la frase: "Tei Po, no puedo más. Rosita".

El lunes día 4, después de una tensa conversación en la que el secuestrador amenazó con asesinar a su rehén, aquél volvió a dejar un segundo mensaje escrito. En esta ocasión consistió en una cuartilla en la que Rosa había puesto: "Ésta es mi fotografía, y que se dejen tus informadores de que me quieren ver antes. Ni un recado más. Son las 20.00 horas". Junto al papel había un trozo del diario Ya correspondiente a ese día. Todo ello fue localizado en la capilla pintada por Goya en la ermita de San Antonio de la Florida.

El grupo de homicidios de la Brigada Judicial de Madrid estaba al corriente del caso desde el primer momento y no había logrado ninguna pista sobre los secuestradores. Hasta que el análisis de los papeles depositados por éstos en la ermita permitió descubrir al lado del rótulo de Ya una huella dactilar de un índice de la mano derecha perteneciente a José Joaquín Aroca Alfaroll. Y desde ese momento, dicho individuo se convirtió en el sospechoso número uno.

Un rosario de notas

En sucesivas llamadas, el misterioso interlocutor se negó a facilitar fotografías de Rosa en su cautiverio, pero accedió a canjear a la víctima por los 12 millones de pesetas que Then Paw había logrado reunir hasta entonces. Y añadió que la entrega del dinero debería hacerla un tal Pepe -un antiguo socio del oriental-, para lo que éste tendría que ir en un automóvil Renault 5 recogiendo una serie de notas, cada una de las cuales le iría llevando a la siguiente. Una cadena de sospechas por parte del raptor hizo que éste telefoneara para advertir: "He visto un coche de la policía en el lugar indicado. Rosa está en una cloaca y sólo tenemos que dejarla ahí para que muera. Usted verá lo que hace".Después de una auténtica guerra de nervios, el delincuente anunció que la primera de las notas sobre la forma del pago del rescate se hallaba dentro de la manguera de un surtidor de gasolina de la calle de la Virgen del Puerto. En efecto, allí fue recogido un recorte de EL PAÍS del 5 de febrero de 1985 con el nombre de Rosa escrito a mano y un papel con la indicación de que la persona que lo había encontrado se dirigiera al número 4 de la ronda de Segovia.

El inspector de policía que había suplantado al ex socio de Then Paw, que era el intermediario designado por el secuestrador, se trasladó al lugar señalado, pero no encontró nada. A los 10 minutos, no obstante, se recibió una llamada en el restaurante Tai-Wan. "Digan a Pepe que se vuelva. No habrá más contactos. He visto que en la ronda de Segovia había un coche de la policía". El delincuente tenía razón: había visto a un patrullero de la Policía Municipal que había acudido a dicho punto para señalizar un socavón. Cosas del destino. Quién sabe si Rosa Santos estaría ahora viva de no haber ocurrido ese imprevisto...

Durante los días siguientes, el raptor demostró estar muy nervioso y hallarse al borde de la paranoia. Veía coches camuflados de la policía por todos lados y no se atrevía a hacer el intercambio del dinero por el rehén. El 12 de febrero telefoneó al restaurante y preguntó por Pepe, el intermediario. Cuando se le dijo que no estaba en esos momentos, colgó bruscamente el auricular. Fue su última comunicación. A partir de entonces no volvió a haber ni una sola llamada ni una nueva carta. Nada. Sólo el silencio.

Detención ilegal

Los agentes encargados del caso trabajaron sin desmayo para tratar de liberar a Rosa y capturar a quienes la mantenían retenida. A fines de marzo detuvieron a José Joaquín Aroca, acusado de ser el hombre que realizó las llamadas. Dicho individuo, que sólo había tenido un pequeño tropiezo por un cheque sin fondos, había trabajado durante años en Londres, lo que coincidía con las sospechas de que el secuestrador era un tipo con influencia extranjera, como lo probaban las palabras okey y ticket, que usaba en sus comunicaciones telefónicas. Además, no hay que olvidar que en una de las cartas apareció una huella de uno de sus dedos. Aroca fue juzgado y condenado por los mismos motivos que lo fueron los policías implicados en la desaparición de El Nani: detención ilegal de una persona sin dar cuenta de su paradero.Aroca mantenía relaciones amorosas con una mujer que había trabajado como chófer de Then Paw. La policía cree que ésta fue quien le habló sobre la buena marcha de los negocios del oriental, que pocos meses antes había reunido unos 30 millones de pesetas por el traspaso de tres locales de su cadena de restaurantes de comida china. Ese dato parece que despertó la codicia de Aroca y de otras personas aún no desenmascaradas.

Rosa Santos conoció a Then Paw en 1975, cuando ambos vivían en la finca número 63 de la calle de Hierbabuena. Ella era viuda y no tenía hijos. Él era un recién llegado de Taiwan. Ahora han pasado ya seis años desde aquella mañana en que Then Paw se despidió de ella sin sospechar que iba a ser la última vez que iba a verla. La policía está convencida de que fue asesinada. ¿Pero dónde estará el cadáver?

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